Manganeses de la Lampreana completará este mediodía su Semana de Pasión con la procesión de la Resurrección, una satisfacción después de haber acogido a Cristo en su sufrimiento, acompañarle al Calvario y compartir el dolor de una madre que se queda sola.

El jueves, tras la misa de la Cena del Señor, los nazarenos sacaron por las calles del pueblo la imagen de Cristo cargando con la cruz, y como siempre se hace en Manganeses, se arrodillaron para compartir su peso, su sufrimiento, aunque solo fuera durante los primeros metros de la procesión. Después, toda la localidad se rindió ante la belleza de la imagen salida de las prodigiosas manos de don Ramón Álvarez, que lucía más impresionante que nunca bajo el intenso sol de Jueves Santo.

El viernes los penitentes madrugaron para sacar a la calle una cruz desnuda. Cristo ya había muerto, y por eso sus túnicas imitan a la mortaja. Esa misma noche procesionaron el Yacente y la madre de todos los manganesinos, Nuestra Madre, la otra obra que Ramón Álvarez dejara en esta parroquia, una piedad muy realista que acoge el cadáver de su hijo en su regazo mientras ora mirando hacia el cielo, entre sollozos, para implorar por él. Las dos imágenes recorrieron el pueblo en la más negra de las noches, y al terminar sus fieles rompieron el Silencio entonando la Salve, el momento culmen de la Semana Santa de Manganeses. Lo mismo sucedió el sábado ante la imagen de la Soledad, María ya sin el cuerpo de su retoño. Pero hoy volverán a encontrarse.