El silencio es la esencia del Vía Crucis procesional que, en la noche del Miércoles Santo, organiza la Asociación del Santo Sepulcro y la Soledad y que ayer volvió a recorrer las estrechas e históricas calles del casco histórico de Toro. La hermandad, que este año conmemora el 75 aniversario de su refundación, retornó ayer a la iglesia del Santo Sepulcro, después de que el pasado año tuviera que iniciar el recorrido procesional desde Santa María de Arbas, al ser su templo una de las sedes de la exposición Aqva de Las Edades del Hombre. Minutos antes del inicio de la procesión, la cofradía rindió un sencillo homenaje al anterior presidente, Antonio García, en el interior de su sede. Acto seguido, comenzó el Vía Crucis y, los hermanos, esperaron en la Plaza Mayor el conmovedor juramento del silencio, ante la sublime imagen del Cristo de la Expiración, una talla del siglo XVII atribuida a los maestros Sebastián Ducete y Esteban de Rueda y considerado uno de los mejores crucificados del barroco español. A petición del párroco, José Luis Miranda, los hermanos se arrodillaron ante la imagen y el alcalde, Tomás del Bien, realizó la tradicional ofrenda en nombre de la ciudad y pidió a los cofrades que juraran silencio, antes de iniciar su lento peregrinar por las calles de Toro.

En este acto, Del Bien recordó que, en la oscura noche del Miércoles Santo, "el pueblo calla" para que solamente hable el Crucificado y, a renglón seguido, imploró su protección para que se hagan realidad los proyectos y las ilusiones de los toresanos y se desvanezcan sus miedos. Tras este emotivo acto, en el que la Asociación Musical La Mayor despidió al Crucificado, los cofrades ataviados con túnica negra y caperuz blanco adornado con una cruz de malta, iniciaron el recorrido por la Plaza Mayor, Perezal, Judería, Puerta de Adalia, puerto de La Magdalena, Pajarinas, La Merced, cuesta de las Berceras y plaza de la Colegiata donde, por segundo año consecutivo, fue entonado el conmovedor himno del Cristo de la Expiración. La cofradía retomó a continuación el Vía Crucis por el paseo del Espolón para concluir en la Colegiata donde tuvo lugar uno de los momentos más singulares de la Semana Santa toresana: el rezo y el canto de las "Cinco llagas".

Los toresanos que aguardaban en el interior del templo se sumaron a este cántico, que dio paso a la tradición de adorar a Jesús Yacente, obra del escultor valenciano, Tomás Noriega. El Santo Sepulcro y la Soledad celebra este año el 75 aniversario de su refundación y, con motivo de esta efeméride, mañana recuperará el "Sermón del Mandato" en la procesión de Jesús Muerto.