Es una de las procesiones más austeras, pero estéticamente más bellas de cuantas recorren las calles de Toro durante su Semana Santa. La imagen del Santísimo Cristo del Amparo volvió a ofrecer a los toresanos su protección en el desfile procesional del Lunes Santo en el que, por primera vez, la cofradía rindió un sencillo pero emotivo homenaje a los hermanos difuntos. Numerosos devotos se congregaron en el interior de la iglesia de Santa María de Arbas para asistir al tradicional "Miserere", previo a la procesión y con el que, como recordó el párroco, José Luis Miranda, se inician los actos de celebración del Lunes Santo. Tras el cántico penitencial, comenzó el desfile en el que los hermanos de la Real Cofradía del Santísimo Cristo del Amparo, ataviados con capas negras, arroparon a la imagen por las angostas calles de Toro y que iluminaron con los sencillos faroles de forja que portaron.

Con lentitud, por el gran peso que tiene que soportar sobre sus hombros los cargadores de la impresionante talla del Cristo del Amparo, discurrió la procesión bajo un estremecedor y respetuoso silencio que tan solo fue quebrado por el sonido de bombardino y del tambor. Una vez completado el recorrido por la plaza de Arbas y San Antón, los cofrades realizaron una parada en la Ronda de Capuchinos donde, tras girar la imagen en dirección al camino del cementerio, rezaron una breve oración en recuerdo de los hermanos difuntos, sencillo homenaje que concluyó con la interpretación de "La muerte no es el final". A continuación, el desfile prosiguió por la calle Capuchinos y, en la plaza de La Trinidad, numerosos toresanos siguieron con atención la lectura del "Manifiesto" que, este año, fue ofrecido por Francisco Oliveros, toresano vinculado a la hermandad desde hace años. Una vez concluido este acto, la procesión afrontó el recorrido final por las calles Tablarredonda y San Antón, para regresar al templo de salida. Desde el año 1991, la Real Cofradía del Santísimo Cristo del Amparo procesiona en Toro el Lunes Santo y es uno de los desfiles más conmovedores, en especial, por la belleza de su imagen, del siglo XVI, y un símbolo de la Pasión local.