La ribera del río Aliste se vistió ayer de verde a la vera de la tranquilas aguas en su camino desde la Sierra de la Culebra hacia el océano Atlántico por Portugal: Domingo de Ramos, colores y olores a romero, olivo y laurel para abrir la puertas de par en par a una Semana Santa rural muy conocida. Una Pasión de Cristo labrada sobre las creencias de unas sabias y sencillas gentes, generación tras generación, por hombres y mujeres, niños, jóvenes y mayores, hoy un Bien de Interés Cultural.

Las campanas de la iglesia de San Mamés rompieron el silencio desde la ladera de la colina que mira al poniente y los hermanos y las hermanas de la cofradía del Santo Entierro de Bercianos fueron llegando recibiendo, uno a uno, su ramo de laurel, de las manos del mayordomo Manuel Martín. Las autoridades civiles y eclesiásticas de laurel y romero: Fernando Lorenzo (capellán de la hermandad) y Fernando González (presidente de la cofradía y alcalde de San Vicente de la Cabeza). La procesión salió a la calle y bordeo el templo hasta su colindante plaza, esa que el día de Viernes Santo, al atardecer, se convertirá en el Gólgota con una cruz de madera donde los hombres de capas pardas alistanas de honras y respeto y de mortajas de blanco lino; y las mujeres de mantón negro y negro velo, le velaran antes de acompañarle, como a un vecino más de Bercianos, en su último viaje camino del Calvario.