"Vamos a hacer esto por los que se fueron, por los que están y por los que vendrán. Y vamos a hacerlo con fe, con devoción y poniendo el máximo cuidado en la operación". Con estas palabras el presidente de la Real Hermandad del Santísimo Cristo de las Injurias, Rufo Martínez de Paz, introdujo ayer la ceremonia del traslado de la imagen titular de la cofradía desde su capilla de la Catedral hasta su mesa procesional. Una espectacular operación para la que el propio presidente pidió al público que asistió al acto que "respeten nuestro silencio". Y, salvo excepciones, así fue.

Rodeado de cientos de hermanos, turistas y, sobre todo, zamoranos fieles a la imagen del Cristo de las Injurias, la talla sobrevoló la Seo a través de un sistema de sujeción de cuerdas y poleas que elevó la talla hasta a poca distancia de las bóvedas catedralicias. Y tras el ascenso, el descenso, hasta quedar anclado en la mesa procesional a la espera de partir en procesión desde la Catedral el próximo Miércoles Santo con la cofradía del Silencio.

La operación permitió a los asistentes apreciar muy de cerca los dos metros de altura de la escultura, su cabeza ladeada y abatida, su cabellera bifurcada en dos y su rostro, de mirada perdida, nariz afilada y boca entreabierta. No pasaron por alto la expresión de sus ojos y, sobre todo, la llaga del costado de la que cae una caudalosa lámina de sangre. La figura proclama la divinidad y humanidad de Cristo, los misterios de su encarnación y su labor mediadora ante el Padre.

El principio y el fin de la operación tuvo en la oración sus minutos de recogimiento. Al inicio y, a petición del propio Martínez de Paz, el aforo entonó un Padre Nuestro en honor al Cristo de las Injurias. Después, fue el sacerdote Francisco Díaz el encargado de presidir el rezo. La imagen de las Injurias ya está preparada para vivir una de las jornadas claves de la Semana Santa en la que Zamora enmudece al paso del Cristo.