Ritual cumplido. Lejos de la noche del Jueves Santo y la oscuridad de los viacrucis cuaresmales, esta vez la Penitente Hermandad de Jesús Yacente eligió la luz de la mañana en el cementerio de San Atilano para homenajear a quienes tanto han caminado durante estos 75 años, aquellos que ya no lo harán más, pero forman parte indisociable de la Semana Santa. Velas encendidas en las sepulturas en un mes, el de noviembre, donde dice la leyenda que los muertos entran en contacto con los vivos. Comunión entre el presente y el pasado, con la mirada puesta hacia el futuro de la cofradía. Ese era el objetivo.

Una oración en la capilla del camposanto y la entrega de velas conmemorativas a los familiares de los hermanos fallecidos precedieron al acto final del aniversario. Los miembros del cabildo menor, la directiva, colocaron cirios en torno al crucero de la entrada y caminaron a continuación para buscar las sepulturas de los hermanos mayores ya desaparecidos: Antonio Alonso y Juan Encabo.

Hubo un recuerdo especialmente emotivo para Jerónimo Aguado, que hizo las veces de director del coro de la Hermandad. Un testigo recogido en la actualidad por Pablo Durán, presente en el acto y encargado de alumbrar el alma del músico con la última vela. Así se resumen 75 años cuya puesta en valor comenzó meses atrás en la iglesia de Santa María la Nueva con una exposición de imágenes yacentes y terminó la mañana de este domingo, con velas encendidas por la memoria de quienes contribuyeron a hacer grande la Penitente Hermandad.