Las puertas de la iglesia de Santa María la Nueva abrieron sus puertas para que se iniciara una procesión, la de la Penitente Hermandad de Jesús Yacente, que este año cumple sus bodas de brillantes. 75 años velando y acompañando al Santísimo Cristo de Jesús Yacente, una cita a la que no faltan cientos de zamoranos, que también acompañan durante el recorrido a esta imagen, obra del escultor Francisco Fermín, discípulo de Gregorio Fernández.

La iglesia de la Concepción albergaba esta joya del siglo XVII, descubierta por Dionisio Alba Marcos. Se iniciaba así la andadura de una de las hermandades de mayor recogimiento de la Semana Santa zamorana, a cuyo desarrollo también ayudaron en sus inicios Ramón Amigo y el sacerdote Antonio Alonso Fernández. La obra de Fermín pronto contó con la devoción de la ciudad, aunque en principio no se iba a proclamar como protagonista de un desfile procesional, sino en un vía crucis cuaresmal. Pero finalmente, el 11 de marzo de 1941 los promotores obtuvieron la aprobación canónica como cofradía.

La indumentaria de los cofrades siempre ha sido una seña de identidad que contrasta con el resto de procesiones. Tienen caperuces más altos y estilizados y la túnica, de estameña blanca y acompañada con una faja morada, se completa con botones en los puños.

También llama poderosamente la atención a los turistas que los mayordomos, en vez de portar las tradicionales varas de otros desfiles, caminan arrastrando pesadas cruces de madera. Los instrumentos de tortura del Cristo -los clavos y la corona de espinas- también son parte del desfile, portados en cojines morados por los cofrades más jóvenes.

Por último, el Santísimo Cristo del Jesús Yacente, que es llevado a hombros sobre parihuelas por los hermanos, cubierto apenas por un sudario e iluminado por cuatro cirios. Y toda la ciudad esperando su llegada a la plaza de Viriato para escuchar a la luz de la luna el Miserere.