A eso de las once de la mañana de este Martes Santo comenzaron los preparativos de la Hermandad de Penitencia para dejar el Cristo del Amparo listo para desfilar. Es ya casi un ritual, un encuentro en familia en el que las caras conocidas vuelven a verse. Pero hay en todos un sentimiento común: amor por Las Capas y respeto por el Cristo del Amparo. El ritual es sencillo: bajar el Crucificado del muro lateral de la iglesia de San Claudio donde reside durante todo el año y colocar la imagen sobre las andas de la procesión.

La operación se demora. No hay prisa. Un grupo de hermanos incorporan las andas en el templo románico. Y ahora se dirigen al pequeño Crucificado de autor anónimo. Lo "desenclavan" del muro y lo insertan en el epicentro de las andas. Félix Gómez, jefe de paso, se dispone a realizar las tareas de limpieza. En Las Capas todo es sencillo. Retira la corona de espinas, toma un paño y repasa la imagen de arriba abajo. Una brocha le permite retirar el polvo acumulado para dejarlo listo para la madrugada.

Más allá del Crucificado, nadie duda en hacerse la clásica foto de familia. Porque, en el fondo, de lo que se trata es de celebrar el reencuentro, estar todos, cumplir con los preparativos para volver a verse el Miércoles Santo. Entonces no habrá pruebas, todo será de verdad. Las puertas de San Claudio de Olivares se abren y la oración de todo un pueblo se dirige al Cristo del Amparo.