En el principio había un barrio, Olivares, una prenda, la capa parda alistana, y un itinerario, un recorrido por el bosque de Valorio. Faltaba la imagen -la deseada era el Cristo de Valderrey- y el permiso del Obispado para fundar la Hermandad de Penitencia. Y ahí empezaron los problemas. El prelado no autorizó la idea del bosque, bajo el "temor" de que los zamoranos "aumentaran la natalidad", afirma el actual presidente Antonio Martín Alén, cuyo abuelo, al mismo tiempo, negó la cesión de la imagen de Valderrey, más de romería que de Semana Santa.

Y de las dificultades surgieron las soluciones. Dionisio Alba Marcos y Manuel Martínez Molinero hallaron en la iglesia de San Claudio una imagen que podría casar con la procesión de penitencia ideada para la noche del Miércoles Santo. Un Crucificado anónimo, sencillo, con la expresión serena, el gesto tranquilo. "Estaba en una capilla con dosel a la izquierda del altar, pero había pasado desapercibida", asegura Alén. Como el Yacente en la iglesia de la Concepción. Hoy son dos de las imágenes emblemáticas de la Pasión zamorana. Una pintura, extraordinario documento, refleja la disposición de la cabecera del templo románico de San Claudio, donde el Cristo del Amparo aparece casi oculto, bajo un dosel. Es de 1923 y aún se conserva en la Casa Parroquial.

Con un itinerario por el casco histórico y la imagen ya seleccionada, en 1955 y por iniciativa de Dionisio Alba Marcos se reunieron los hermanos fundadores. Allí estaba Martínez Molinero, Alfonso Jambrina, Ignacio Gómez Sandoval y Ricardo Gómez Sandoval. De allí nació la solicitud al Episcopado para salir a las calles de la ciudad al año siguiente, 1956. Marcelino Pertejo, que más tarde abandonaría la hermandad para presidir El Silencio y la Junta pro Semana Santa, sería el primer presidente. Por petición de los medios de comunicación, los primeros 72 hermanos de la cofradía -tantos como seguidores de Cristo- vistieron la capa parda en las inmediaciones de San Claudio junto con el Cristo del Amparo. Debían dejar constancia en una procesión simulada de lo que verían los zamoranos. Fernando López Hepténer sería el fotógrafo encargado de retratar aquella presentación.

Se ha hablado mucho de los difíciles inicios de Las Siete Palabras a finales de los años sesenta, pero poco de que una década antes tampoco fue fácil para la recién estrenada Hermandad de Penitencia. "Al llegar al rezo del viacrucis, el público balaba como ovejas por las capas de pastor que llevaban los cofrades para ridiculizar a los hermanos. Marcelino Pertejo, muy ofendido, comentó el incidente a Dionisio Alba padre y este le respondió: "Déjalos, que están llamando a su madre". Aquello no fue todo. En San Martín "les tiraron piedras". Y ante la dificultad, el ingenio. Los años siguientes, se encharcó aquella zona para que el barro disuadiera a los más atrevidos.

Y así empezó la historia de Alí Babá y los cuarenta ladrones, como se conocía la procesión de Las Capas. El número de hermanos se incrementó en 1981 a 150. Es lo que mejor recuerda el presidente actual, Antonio Martín Alén, porque fue el año de su ingreso. Más tarde, acumularía ocho años de directivo y los últimos ochos al frente de la Hermandad de Penitencia. ¿Habrá nuevas ampliaciones? "Propondré a los hermanos incrementar el número a 175", anticipa.

El último gran cambio tuvo lugar hace 21 años. Nadie acudía a San Claudio a despedir al Cristo del Amparo... hasta que comenzó a sonar el Miserere alistano, a propuesta de Luis Felipe Delgado. Desde entonces, cada madrugada del Miércoles Santo apenas cabe un alfiler en la placita de Olivares junto al Duero.