Dos pregones marcan la vida de Luis Felipe Delgado. El primero, a los 34 años, la mitad de su edad actual. El segundo, "cargado de experiencias", el próximo Domingo de Ramos. Se lo dedicará a los zamoranos, porque "todos han tenido alguna vez una experiencia ligada a la Semana Santa"

-¿Cuál es su primer recuerdo de Semana Santa?

-Un Miércoles Santo al atardecer. Iba a salir por vez primera en la procesión del Silencio y había unos nubarrones en el ambiente que pensamos que se suspendería el desfile. Tenía seis añitos y la ilusión era máxima. Mi hermano y yo, que nos sacábamos veinte meses, acabábamos de hacer la comunión.

-¿Qué vino después?

-Jesús Nazareno. Mis padres me apuntaron en las dos. Además de fundador de Jesús del Vía Crucis, cargador de la Virgen de los Clavos y jefe de paso en El Retorno del Santo Entierro, mi padre era hermano de paso de La Soledad y mi madre, camarera.

-Su historia es la de muchas familias zamoranas fuertemente vinculadas a la Pasión?

-Mi abuelo, Felipe de Castro, fue presidente de la Vera Cruz? Sí, una familia con una tradición semanasantera importante. Nos apuntan desde pequeños, te llevan en brazos cuando ni siquiera tienes uso de razón y te meten en la sangre ese "veneno" desde bien pequeñico.

-¿Por dónde continúa su historia?

-En 1979, al morir mi padre, ingresé en el Vía Crucis. Con el paso de los años, por iniciativa mía, me apunté a la Hermandad de Penitencia -entraría años después-, al Santo Entierro y a la Buena Muerte. Cuando se funda, empiezo a cargar con la imagen del Santísimo Cristo. Fueron 25 procesiones. En los años noventa, por razones de amistad, los presidentes de la Vera Cruz y la Resurrección me inscribieron en sus cofradías.

-¿Qué separa aquella Semana Santa de su juventud de la de ahora?

-Existen notables diferencias, aunque con los ojos de niño y la ilusión de pequeño piensas que aquella era la mejor, a pesar de sus defectos. Toda obra humana los tiene. Cuando creces te das cuenta de que Zamora no tiene los mejores pasos y que las imperfecciones se van agrandando. Cuando yo tenía dieciocho años, viví tiempos muy duros. La Semana Santa entra en crisis, no había gente para cargar y los pasos se ponen a ruedas. Jesús Nazareno mantuvo las imágenes a hombros, pero solo éramos cuatrocientos hermanos. A partir de los años setenta, llega la resurrección. Los pasos vuelven a los hombros y la celebración no para de crecer hasta nuestros días.

-Si no lo hubiera vivido, le parecería mentira?

-Claro. Tu le cuentas a alguien de ahora que en los años sesenta los directivos tenían que ir a buscar soldados al Regimiento para empujar los pasos? También hubo falta de celo por parte de los responsables y jefes de paso, que debieron asegurar mejor las plantillas.

-¿Cuáles son las mayores alegrías que le ha dado la Pasión?

-Muchas. El sentimiento de cargar con la Virgen de la Soledad, la de mayor devoción, o llevar el Cristo de la Buena Muerte. Siempre me gustó más estar debajo de los pasos que llevando la túnica. Pregonar la Semana Santa ha sido también una enorme alegría y, en una ocasión, ante los reyes. Las retransmisiones que hice para Televisión Española son parte de esos buenos recuerdos.

-¿Y si tuviera que quedarse con un detalle solo?

-Tengo tantos momentos almacenados en la memoria? Acaso un pequeño gesto, el de una madre que le pone a su hijo el pañuelo de La Verónica en el cuello para ir a cargar.

-También hay cosas amargas?

-Sí, pero no son tantas y se olvidan pronto. He asistido a pugnas en las directivas, e incluso dentro de los mismos pasos, aunque pasan en un momento. Estar más cerca de unas personas no significa marginar a otras. He visto ya unos cuantos presidentes de la Junta pro Semana Santa, todos me pidieron mi colaboración ya todos se la di.

-Se lo digo porque cuando uno pone todo su empeño e ilusión en algo, las decepciones son amargas?

-Toda obra humana tiene sus defectos. A mí solo me molesta que haya personas que quieran imponer sus ideas a los demás, que pretendan hacer pasos acondicionados a sus gustos y no al de todos. Asimismo, siempre he sido contrario a que terminen procesiones como Jesús Nazareno o el Santo Entierro con ovaciones y jaleos a la puerta del Museo. No es que esté mal, pero va en contraposición con la imagen de austeridad y silencio que hemos dado siempre. A mí no me verán nunca a la puerta del Museo, aplaudiendo, porque es algo que no tiene consistencia. Los hermanos de paso merecen todo nuestro apoyo, pero quizá no en ese momento.

-¿Nunca lo veremos aplaudir??

-No se debe aplaudir lo que no se debe. Y luego hay determinados actos con música de otros lugares que yo respeto, pero en Zamora tenemos partituras inolvidables.

-¿Qué imagen debemos "vender" de nuestra Semana Santa en el exterior?

-Nuestra celebración tiene una mezcla de austeridad, religiosidad y seriedad. Debemos conseguir que algunas cofradías se presenten con la debida compostura. Algunos desfiles se toman con excesiva ligereza y, en algunos casos, incluso las túnicas dejan mucho que desear. Es decir, yo pediría mayor vigilancia en la estética y en el comportamiento.

-Hablemos de títulos, ¿qué le parece la aspiración a bien patrimonio mundial?

-Los títulos, por la experiencia de la declaración de interés turístico internacional, venden bien poco en cuanto al atractivo turístico que pretendemos, el económico. Cuando nos dieron el título internacional, en 1985, enseguida se apropiaron otras celebraciones. La política se metió por medio y aquello descafeinado. La Semana Santa de Zamora es única y no necesita ningún título. Y no digo que sea la mejor, pero otra como la nuestra no la hay. Cuando no había títulos, a la Semana Santa de Bercianos venía todo el mundo. Y si los hay, que vengan con dinero.

-La cuestión del nuevo Museo ha destapado la caja de Pandora, ¿cuál es su idea?

-En esta tormenta de ideas, yo quiero un Museo nuevo, un edificio a tono con el patrimonio arquitectónico de la ciudad, sin importar el emplazamiento. Por dentro, debe ser un auténtico museo?

-Cómo es un "auténtico museo"?

-Un lugar en el que se vea la realidad de los pasos, con una sala de audiovisuales? Es decir, que el visitante perciba la Pasión con los cinco sentidos. Por otro lado, la diócesis de Zamora tiene un conjunto de esculturas, pinturas y retablos que están en serio peligro de robo o destrucción que podrían nutrir un espacio titulado algo así como "sala de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo".

-¿Quién tiene que poner el dinero sobre la mesa?

-Las administraciones. La primera, la que más competencias tiene, la autonómica. Después, el 1% de Cultura y también la Diputación y el Ayuntamiento, dentro de sus posibilidades.

-Vuelve a ofrecer un pregón 34 años después, ¿las procesiones son ahora muy distintas?

-Seis grupos escultóricos nuevos y otras tantas imágenes incorporadas en estos años.

-¿Quién se lo encargó entonces?

-Don Marcelino Pertejo. En 1980 ofrecí el pregón de Vigo y, el año siguiente, hice lo propio en Madrid. Pertejo me dijo: "El año que viene, a Zamora".

-¿Una gran alegría?

-Sí. La única pena es que quien me había llevado a la Semana Santa, mi padre Macario, había muerto meses antes de mi primer pregón. La fe me dice que me escucha en otros sitio.

-¿Está de acuerdo con la frase: "Todos los zamoranos, incluso los que no creen, forman parte de la Semana Santa"?

-Todo el pueblo de Zamora, creyente o no, vive la Semana Santa. Que me diga un solo zamorano que no haya visto una sola procesión en su vida, al margen de cuáles sean sus creencias. Unos son espectadores, otros protagonistas? y hay una repercusión económica en los diferentes sectores de la ciudad.

-¿A quién va dirigido este pregón?

-A todos los zamoranos. Todos se van a sentir aludidos. Incluso quienes ya no están aquí serán recordados por sus familias.

-Si miramos a los murales de la Plaza Mayor, esas fotos entrañables de nuestros mayores esperando la procesión? eso no ha cambiado, ¿verdad?

-Aquellos zamoranos venían de los pueblos y se quedaban la noche del Jueves Santo, con la toquilla debajo de los soportales del Ayuntamiento Viejo, esperando la procesión de las Cinco de la Mañana. Luego sacaban la cesta en la que llevaban la "comidica" para comer y ver el Santo Entierro.

-Su vínculo con la Semana Santa ha ido de la mano de los medios de comunicación. Háblenos de esa faceta. -La pasión que yo sentía por la Semana Santa encontró un campo fenomenal en la radio. En 1966 pusimos en marcha el primer programa en Radio Popular, bajo el nombre de Redención. Retransmitíamos las procesiones desde un balcón de la plaza de Sagasta, en el domicilio de la familia Rodríguez Lorenzo. Llevaba mis notas líricas para comentar el paso de las imágenes.

-¿Y qué sentía? ¿También se emocionaba usted?

-Me encantaba. Tengo la impresión, dice la gente, que yo hago llorar a los zamoranos?

-Se le atribuyen muchas lágrimas?

-? Sí, pero nunca intentaré cruzar la frontera del sentimiento a la sensiblería. No me gusta la sensiblería, poner imágenes en un pregón o que me corten con aplausos?

-Este pregón es distinto para usted?

-En los de los años ochenta, era el pregón de un chaval joven, de 34 años, que se presenta cuando ha vivido un trozo muy pequeño de su vida, con pocas vivencias. Ahora tengo un almacén de experiencias, recuerdos y nombres. Esta es una Semana Santa de cruces con memoria, y esa será la clave de mi discurso.

-Es decir, que las personas serán las protagonistas.

-Así es. La Semana Santa que pregono tiene nombre y apellidos. Cierro los ojos y pongo caras a todos mis recuerdos. ¿Cómo no las voy a decir?