En 1967 un grupo de jóvenes zamoranos de apenas 18 años, estudiantes en Salamanca, conciben la idea de fundar una nueva cofradía. Lo que aquellos jóvenes, encabezados por Juan Manuel Nieto Nafría y Fernando Primo, entre otros, entienden como una apuesta estética impregnada de contestación social, es vista desde otros sectores como un «capricho de estudiantes, algo reservado a élites», una iniciativa prescindible en una sociedad con unas necesidades más acuciantes. Ciertos sectores de la Iglesia, que el fundador y actual presidente, Fernando Primo, identifica con los progresistas asentados en torno a la parroquia de San José Obrero y que el historiador José Andrés Casquero sitúa en las ramas juveniles de Acción Católica. La pretensión es que la nueva hermandad acoja exclusivamente a jóvenes, por lo que los estatutos señalan una edad límite, los 35 años, para participar en la procesión. También abre la participación a la mujer, aunque no desfilaría con caperuz sino con un capillo a cara descubierta e irían agrupadas junto a la Tercera Palabra: "Mujer, ahí tienes a tu hijo". El primer punto fue rápidamente olvidado y el segundo, la participación de la mujer, a pesar de las limitaciones que se imponían, no fue aceptado en última instancia por el Obispado, tras las presiones recibidas desde ciertos estamentos de la Semana Santa.

La Hermandad Penitencial de las Siete Palabras toma como referencia la cofradía del mismo nombre en Valladolid, con la que se crean vínculos desde el principio. Hasta los años 70 cofrades de la capital pucelana acudieron a la procesión de Zamora y viceversa. Estéticamente, se buscaba llenar un vacío en las procesiones de las noches, después de que, en 1956, se hubiera creado la Hermandad de Penitencia ("Las Capas"). Los fundadores comienzan a recorrer los templos zamoranos para hallar la imagen adecuada que cerraría el desfile de siete estandartes y otros tantos cristos con las últimas palabras de Jesús en la Cruz. «Vimos al Cristo de la Buena Muerte y sopesamos que esa fuera nuestra imagen titular. Pero buscábamos un Crucificado que estuviera vivo, puesto que saldríamos el Martes Santo por la noche y Cristo no muere hasta el Viernes». En el Trascoro de la iglesia de Santa Lucía, en un retablo barroco muy poco conocido encontraron lo que buscaban: el Cristo de la Agonía, también llamado de la Expiación, apenas visible en una zona muy oscura, con una cruz de escayola.

Antonio Pedrero les asesoró en el diseño del hábito, con la túnica de estameña y con caperuz y fajín en pana verdes. La elección de este último material no era casualidad: es la tela que identifica a los jóvenes más radicales: «es que, a pesar de lo que se decía entonces, nosotros estábamos sensibilizados de verdad con el movimiento por la paz y la libertad, los hippys, contra la guerra de Vietnam€ », afirma Fernando Primo. En 1968, la nueva cofradía sale a la calle un mes antes de que se produjera la protesta estudiantil en París sobre la que tanta literatura se ha vertido. En las páginas de "El Correo de Zamora" se mezclan esos días las procesiones, el triunfo eurovisivo de Massiel con su "La,la,la" y el asesinato de Luther King.

La directiva de las Siete Palabras, de la cual formaban parte algunas mujeres por el pretendido carácter mixto inicial, elaboró sus propios estatutos. Fernando Primo entiende que, en lo que a la presencia de la mujer se refiere, «no hubo un rechazo frontal, pero sí múltiples zancadillas de la gente de Semana Santa. En el seno de la Junta pro Semana Santa encontramos el apoyo decidido de su secretario, Ricardo Gómez Sandoval, y también del presidente, Marcelino Pertejo y de Dionisio Alba». En una primera entrevista con el obispo Eduardo Martínez éste les da el visto bueno verbal a la inclusión de mujeres en las condiciones establecidas por la Hermandad. Pero, la «labor de zapa, soterrada», del mundo semanasantero concluyó, hacia la Navidad de 1967, con la negativa episcopal. En el primer desfile, el 9 de abril del año siguiente, los cofrades mostraron su disconformidad con la medida al dejar vacío de filas el estandarte tras el que debían desfilar las hermanas. Las mujeres tendrían que esperar veinte años para poder incorporarse en condiciones de igualdad al resto de los hermanos de las Siete Palabras.

Esa primera procesión registró abundantes incidentes por las protestas protagonizadas por los que se oponían a la nueva cofradía: se cantaron coplas ofensivas y se lanzaron octavillas al paso de la Hermandad, por la Rúa de los Notarios o en la plaza de Antonio del Aguila. Hay algunos insultos e incluso se trazan sedales de un lado a otro de la acera para hacer tropezar a los altos caperuces. Una de las octavillas recogidas decía: «La Junta pro Semana Santa se ha reunido el otro día/ y ha decidido formar una nueva cofradía./ ¿Los motivos? Los de siempre/ la fe de nuestro pueblo./ Pero en el fondo lo que importa es el turismo y el comercio». Los entonces jóvenes cofrades aseguran que no pasaron miedo, aunque iban fuertemente escoltados por la Policía Armada.

De todo aquello no se reflejó ni una línea en "El Correo de Zamora". Todo lo contrario, asegura que la Hermandad «desfiló entre el fervor del pueblo zamorano». Casi cuarenta años después, Fernando Primo asegura que «Muchos de los que protestaron eran amigos personales míos, de mi pandilla. Otros eran sacerdotes que más tarde se secularizaron. Creo que no entendieron nuestro objetivo. Participábamos de los actos contra la represión franquista. Pero eso no tenía por qué estar reñido con la religiosidad, aunque cierto es que la Iglesia no sabía acercarse a aquellos jóvenes que buscaban la paz y que querían una Iglesia más cercana a la realidad social».