El cortejo fúnebre de la Real Cofradía del Santo Entierro acompañó a Jesús en la Urna por las calles de Zamora durante una radiante tarde de Viernes Santo en la que la cofradía pudo completar con éxito el recorrido marcado en el itinerario. El hecho de que luciera un sol espléndido a primera hora de la tarde animó a muchos cofrades a enfundarse su túnica y caperuz de terciopelo negro para salir en procesión junto a Cristo muerto. Una escena que repitieron miles de personas que, animados por el buen tiempo, decidieron salir a la calle y congregarse en las aceras para ver el recital escultórico de esta cofradía del siglo XVI.

A las cuatro y media de la tarde, los pasos salieron del Museo de Semana Santa en dirección a San Torcuato, donde esperaban la Urna y la Virgen de los Clavos. Una marabunta de gente contemplaba, en ese momento, los primeros compases de las bandas que acompañaban el desfile. La comitiva completó a buen ritmo el primer tramo de la procesión hasta su llegada a la Catedral, donde esperaban familiares y amigos para dar buena cuenta de la tradicional merienda de reposición de fuerzas. Nuevamente, la reunión en los aledaños del Castillo congregó a más gente que el año anterior y costaba ver un hueco libre de gastronomía tanto en la zona del templo como en las calles adyacentes, repletas de ciudadanos dispuestos a arengar a los hermanos.

Tras el merecido ágape, los cofrades tomaron el camino de regreso. Sin prisa, pero tampoco pausados. Zamora acompañó fielmente el desfile desde las aceras hasta su entrada definitiva en el Museo de Semana Santa, pasadas las diez de la noche.

La anécdota de la tarde la protagonizó el paso de San Juan y Nuestra Señora, del escultor zamorano Ricardo Flecha. Tras un fondo en la calle de San Torcuato, a la hora de volver a levantar, un error desafortunado hizo que no todos los cargadores se pusieran de acuerdo y la puesta en pie resultara desequilibrada. No obstante, el buen hacer de los hermanos de paso dejó este episodio simplemente en esa categoría anecdótica.