Quizá porque el corazón de la Semana Santa quedó en el pasado, la temperatura bajó al atardecer, como casi siempre en Sábado Santo. Día de alegría por el cúmulo de emociones vividas, pero también de una incipiente nostalgia. Otro año de espera. Con un cielo limpio y algo de viento, se abrieron anoche las puertas de San Juan, a la espera de que la Virgen más zamorana, la Soledad, saludara a los cientos de devotos concentrados alrededor. Una vez en la puerta, con todo previsto por la Cofradía de Jesús Nazareno comenzaron a desfilar. Era la tarde de Sábado Santo, la última de la Pasión. Víspera de alegría de hoy, emblema del luto y de la melancolía. Casi todo ha pasado ya.

Los hermanos de fila que ya mostraban el camino hacia el núcleo comercial de la ciudad no tuvieron paciencia para contar a las miles de damas que, reclutadas en las calles que dan la espalda a San Juan, iban sumándose al negro cortejo, anunciado de forma brillante por las cornetas y tambores de la Banda de Jesús Nazareno, que dedicaron una extraordinaria pieza musical a la Madre de este Sábado Santo.

Las damas, provistas del pañuelo de luto, la capa y la capucha negras, alumbraron el camino a la Virgen creada por Ramón Álvarez para devoción de los zamoranos, mientras las manillas del reloj iban avanzando.

Junto a la portada de San Juan, con la Soledad ya erguida tras librar la el marco pétreo de la iglesia románica, aguardaba su turno la Banda de Zamora, los miembros de la Policía Municipal -deseosos de compartir la senda junto a su patrona- y los miembros de la corporación local.

El nuevo coro de Jesús Nazareno para la tarde del Sábado Santo inició su interpretación frente al edificio del Ayuntamiento Viejo, rebosante de cámaras para captar el momento de la partida de la Soledad. Tras las notas vocales, el poderío de la Banda de Cornetas y Tambores Ciudad de Zamora engrosó el desfile, continuado por la Policía y los hermanos y damas que ejercían este año la mayordomía.

Cientos de damas habían abierto el camino ya. Solo faltaba Ella. Sola, de sencillo luto y humilde corona, se puso en pie para recoger las oraciones de todos los zamoranos. El sentimiento interpretado en la sabia partitura de la Banda de Zamora, notas especialmente preciosas ante la ausencia de los músicos en algunos desfiles señeros. Así que no fue raro que la formación escogiera "Dolor de una madre" para marcar el ritmo de los cargadores.

Los gritos de "guapa, guapa" desde uno de los vértices de la plaza -en la embocadura de la calle Ramos Carrión- tuvieron una acogida fría, cuando no una mirada de reproche. No era necesario. Esta noche, no. Es el momento reservado para la más zamorana de las madres, la que concentra el dolor del Sábado Santo, víspera de la alegría de la Resurrección, emblema de la melancolía de una Semana Santa que ya se fue.