Los cofrades de Jesús Nazareno que regresaron desde las Tres Cruces eran un millar más de los que habían subido desde la Plaza Mayor. Es uno de los datos que indican que la procesión de la Congregación tiene muchas caras, momentos que aconsejan verla en distintos puntos y a diferentes horas para llevarse una impresión completa de lo que supone la procesión más grande de Zamora.

Poco antes de las cinco de la mañana estaba todo dispuesto. En la iglesia de San Juan el cura (José Matías Sampedro, vicario general de la diócesis) se explayaba en una larga plática sobre aspectos litúrgicos y no se mordía la lengua a la hora de advertir a los nazarenos que está muy bien la parafernalia procesional pero algo se le tiene que pegar al cofrade de la vida de la figura que lleva sobre sus hombros, que los desfiles poco son sin la fe, y de la necesidad de llevar una vida acorde con el ejemplo cristiano. Todo ello, también a la cronista vaticana Paloma Gómez Borrero, junto al vicario, lo pudieron ver hermanos y público proyectado sobre el muro de la iglesia de San Juan, una retransmisión en directo impecable que permitió a mucha más gente contemplar (y escuchar) lo que ocurría dentro de un templo que se queda pequeño para atender la demanda de zamoranos que quieren asistir al baile del "Cinco de Copas". Y si emocionantes son los primeros compases de la marcha de Thalberg y el alarde de los cargadores de Jesús Camino del Calvario "bailando" el paso hacia la puerta de San Juan no menos lo es el redoble inicial de la banda de tambores que abre procesión en una Plaza Mayor que por momentos se llena de cruces levantadas.

La procesión se fue organizando para enfilar Santa Clara. Largas filas de hermanos hasta que empezaron a llegar los pasos, entre un público abrumadoramente joven, que remataba una noche intensa de fiesta. A esas horas el ambiente estaba todavía por la zona de Santa Clara y un buen ejemplo eran las churrerías de la plaza del Mercado, con largas colas en la puerta para intentar conseguir el más efectivo reconstituyente para afrontar el relente de la madrugada.

Llegaron los primeros nazarenos a unas Tres Cruces semivacías. Pero a medida que iban llegando cofrades, pasos y bandas, a medida que público y hermanos se incorporaban a desayunos y llenaban los bares que ofrecían las típicas sopas de ajo, el aspecto de la gran avenida, por vez primera sin adoquín, iba ganando vida. Y llegó a su culmen poco antes de las nueve de la mañana, cuando la Soledad empezó a recorrer la avenida, con parada delante de cada paso, que se rendía a sus pies, sin que la muchedumbre que seguía cada reverencia pudiera contenerse y estallara en prolongada ovación, expresión que se lleva poco por estas tierras pero que se ha hecho un hueco ya en ese punto del recorrido. En la bajada se ve otra procesión, la del día. Los hermanos se vieron arropados por las muchísimas personas que están en Zamora en estos días. Y en la Plaza Mayor se vive otra vez un momento masivo, para ver a los pasos en ese punto estratégico del recorrido. La entrada al Museo es ya la apoteosis: los cargadores ya no se guardan nada, Thalberg suena sin desmayo y la lágrima fluye en la cara de los presentes.