Siempre se ha dicho que Las Capas es, prácticamente, una procesión perfecta, que está muy bien como está, y quizá por ello sus responsables son tan reacios a introducir cambios, siempre mínimos en todo caso y como con cuentagotas. En la procesión de este año, al que salió anoche, la Hermandad de Penitencia introdujo algunos de estos cambios mínimos, que en poco o nada alteran la esencia, y que se circunscriben a un puñado de detalles sin demasiada trascendencia.

Por ejemplo los hermanos con capa de pastor alistano han incorporado al desfile una cruz que se encontraba en la parroquia, cuya factura encaja bien con la estética de la procesión.

La otra novedad empieza en la subida de la Cuesta del Pizarro. Antes la procesión completaba esta cuesta, que gira hacia la derecha para buscar la Rúa de los Francos. Por esta Rúa seguía hacia adelante, casi frente a la Magdalena y cogía el camino de la plaza de San Ildefonso, donde la megafonía comenzaba el rezo del Vía Crucis, mientras los congregantes pasaban bajo el pequeño arco de la iglesia para dar a la plaza Fray Diego de Deza y seguir camino hacia la Catedral, para regresar al barrio por la Puerta del Obispo. Este año la Cuesta del Pizarro se subió recta hasta dar con la calle San Pedro, la que deja la iglesia de San Ildefonso a la derecha, y llegar a Fray Diego de Deza. Allí, a la altura del número 3, se había preparado un balcón con el anagrama de la hermandad, con la oportuna megafonía para que hermanos y fieles espectadores siguieran el rezo del Vía Crucis. La procesión atravesó el arco el dirección contraria a la de otros años para incorporarse a la Rúa de los Notarios y enfilar ya hacia la Plaza de los Ciento. Unos mínimos cambios, en fin, en una procesión que tiene como principal virtud su austeridad y su entronque con las tradiciones de la tierra, a pesar de que no es, ni mucho menos, de las más antiguas de la Semana Santa zamorana. Como siempre la procesión congregó a muchísimo público, desde la salida en San Claudio de Olivares al regreso a la misma iglesia, cuando se canta en Miserere. Y en todos y cada uno de los rincones del del recorrido. No en vano, era Miércoles Santo por la noche y, quien más quien menos, estaba libre de obligaciones laborales o había regresado a su tierra para disfrutar de los días grandes dentro de la gran Semana Santa. Las Capas se renueva, pero poco a poco. Este año entró un nuevo hermano: llevaba esperando 33.