Corrían los años veinte. La Cofradía de Jesús Nazareno buscaba una imagen con la que realzar el desfile en años de penuria en todo el país. Lo cuenta Ricardo Santamaría porque su abuelo Alonso era secretario administrador de La Congregación. Y surgió el encargo de Redención, una de las obras maestras de la Pasión zamorana. Pero la concepción y el pago de la obra nada tienen que ver con el esplendor que el grupo escultórico ha adquirido con el paso de los años.

En 1926 comenzó a gestarse el proyecto con Jacinto González -padre de Luis González, librero de Semuret- como presidente. "No tenían dinero. Tuvieron que vender maderas viajes y paños para poder financiarlo", revela Santamaría. Aquel hecho quedó reflejado en una carta remitida por la Cofradía de Jesús Nazareno al obispo de Zamora, en la que la hermandad pedía permiso al Episcopado para enajenar aquellos bienes.

Un genio

Cabe recordar que, por aquel entonces, dichos enseres se almacenaban en la antigua iglesia de San Pablo, hoy desparecida, junto con el resto de los bienes de la cofradía. "Benlliure era un genio, pero también sabía de negocios. Por eso, hasta que el trabajo no se pagó por completo, no envió todas las piezas de Redención a Zamora", explica Ricardo Santamaría. Es decir, que una de las obras cumbres de la Pasión se sufragó en varias entregas, hasta que el trabajo estuvo completamente abonado.

Todo listo para que Redención ocupara un lugar de privilegio la mañana del Viernes Santo. Fue en el año 1931. Un estreno en el que "mi abuelo Alonso obligaba a sus hijos a cargar el paso". Ricardo no acierta a precisar cuántas ediciones el paso de Benlliure salió a hombros -las marcas de las antiguas andas se pueden apreciar todavía hoy- pero lo cierto es que la obra, en madera maciza, "pesaba lo suyo".

Ricardo Santamaría -el número 26 de los 5.347 hermanos de La Congregación- reconoce que eran "otros tiempos". Tanto que su abuelo "tenía miedo de que, con la llegada de la República, quemaran los pasos en San Pablo". Pero no ocurrió así. Y justo antes de la Guerra Civil, en 1935, se estrenó la nueva panera, adosada a San Juan, con donaciones de media docena de personas, su abuelo Alonso, entre ellas.