Quizá los nuevos hermanos de paso de La Verónica ignoren el significado de lo que fue el fondo de Ramírez, pero a "las viejas glorias", los cargadores de antaño que lean estas líneas, les vendrán a la memoria recuerdos entrañables forjados año tras año dentro de los banzos de nuestra querida imagen.

Antes de llegar a esta demarcación en las inmediaciones de la Plaza Mayor han pasado muchas vicisitudes en el largo trayecto desde el Museo a las Tres Cruces y vuelta. Sobre las cinco de la mañana los hermanos de paso, tanto de La Verónica como de los demás grupos, estamos expectantes a que salga el "Hombre del batín" para abrir las puertas del Museo con la célebre frase y acento de bastante sueño que indicaba... "Que pasen los cargadores...". Entonces se hacía realidad lo esperado durante todo un año. Frente a cada paso, "Los Galeotes de la Semana Santa", como dijo Ricardo Gómez Jambrina en su pasado pregón, forman y se tallan para la dura carrera que les espera. Por lo que respecta a La Verónica, mis vivencias son inolvidables, tanto con los trece como con los treinta y dos hermanos. En la mesa pequeña y desde el año 1962, que es cuando empecé a cargar, encontré más que amigos cofrades con una aspiración común, hacer nuestro cometido con un encomiable afán de superación acrecentado cada año.

No se me olvidan los tradicionales alivios que un hermano, previamente mentalizado, y a la de tres, bajábamos todos y durante uno o dos segundos él soportaba el peso de todo el paso. Y ya con los treinta y dos y a la vuelta de las Tres Cruces, no podían faltar las pastas de "Reglero".

Todo ello configura la peculiar historia de los cargadores de la Verónica que solo ellos entienden y comprenden su significado.

Pero volvamos al título de este escrito. Sobre las once de la mañana el paso se acerca a la Plaza Mayor, aquí hay que darlo todo, es tradición pasar la Plaza sin bajar en honor y recuerdo de los hermanos fallecidos.

Por eso se hace fondo en la demarcación de "Ramírez", librería emblemática de hace bastantes años en Zamora. Los cargadores se sientan pensativos en los travesaños, no hablan, su mente se traslada al infinito, conscientes del esfuerzo que van a realizar. Pasear La Verónica con orgullo en la mañana soleada del Viernes Santo con los dos ayuntamientos como norte y sur del recorrido, es algo que no se olvida. En mitad del camino, los hermanos descansan por banzos para que el aire majestuoso del paso no decaiga, fuera la marcha de Thalberg nos transporta al mas allá y cuando estamos en el Museo, el sudor se mezcla con la satisfacción del deber cumplido. Un año más el fondo de "Ramírez" hizo el milagro...

(*) Hermano Honorífico de La Verónica