Las represalias del franquismo contra Florentino Trapero tuvieron un triple origen: la colaboración con las autoridades republicanas, su afiliación a la ATEA y la evacuación de Avilés. La primera nos parece la más importante, teniendo en cuenta que la segunda fue colectiva y la última podría justificarse por la aproximación del frente.

Nuestro escultor aparece siempre como un hombre de carácter apolítico, pero con inquietudes profesionales, que probablemente impulsaron su actividad sindical, aún mayor a causa de la guerra. Un perfil coherente, por otro lado, con su trayectoria anterior a la guerra.

El análisis del juicio sumarísimo, por otra parte, demuestra su naturaleza claramente represiva, tanto por la falta de garantías procesales como por la insistencia en los aspectos negativos. No olvidemos, tampoco, la utilización acumulativa de las imputaciones, pues la afiliación, por ejemplo, no fue motivo para procesar a otras personas, pero sí contará para Trapero al sumarse a otras faltas. Una causa que supone, como todas las de aquel momento, la perversión del Derecho, pues se condena por auxilio a la rebelión a aquellos que apoyaron al Gobierno legal.

Respecto a la rehabilitación, fue posible gracias a la sustitución de la condena inicial de inhabilitación absoluta por la de suspensión para cargo directivo, que nunca desapareció. Así pudo el escultor solicitar la revisión de su expediente.

En todo momento el franquismo aparece como un régimen rápido en el castigo, pero lento y parcial en la rehabilitación. En este sentido, es muy probable que el procedimiento se alargase por el carácter docente del afectado, pues no vuelve a la enseñanza sin ser investigado de nuevo, apenas dos años antes de su jubilación e incapacitado para cargos de responsabilidad. Sin embargo, nuestro escultor nunca se dio por vencido. Gran parte de su vida está marcada por la lucha para volver a la enseñanza, seguro de su capacidad e inocencia.

No obstante, Trapero pagó, en nuestra opinión, un alto precio por su actuación durante la Guerra Civil. Aparte de la pérdida de libertad y la separación de los suyos, la condena afectó a su carrera artística, pues en los años cuarenta apenas tuvo encargos. En la siguiente década realizará algunos trabajos oficiales, pero la mayor parte de su obra responderá siempre a encargos particulares. En este sentido, el paso de "Jesús en su entrada triunfal en Jerusalén" señaló en cierto modo su vuelta al panorama artístico.

Aunque tal vez la consecuencia más grave sea la expulsión de la enseñanza casi un cuarto de siglo, una de sus pasiones y medio fundamental de vida de su familia. De hecho, contrasta la lentitud en rehabilitarle para la enseñanza con la falta de prejuicios a la hora de encomendarle trabajos por parte del régimen o de personas ideológicamente afines. Lo que en el fondo obedece al interés del franquismo por controlar la transmisión de ideas a través de la educación. Por suerte, nuestro imaginero tuvo la satisfacción, aunque tardía, de volver a las aulas.

Extracto del artículo publicado en la revista "Barandales" 2015.