Ricardo Flecha contará su vida como artista y cofrade en el pregón oficial del próximo Domingo de Ramos. A una semana de convertirse en el primer escultor que lo haga, Flecha reflexiona sobre su trayectoria y no se deja para sí ni una sola opinión, pese a la polémica que pueda suscitar: desde la visión social de Ramón Álvarez a la concepción del arte religioso en la actualidad.

-Habitualmente, cada zamorano tiene un recuerdo de niñez vinculado a la Semana Santa, ¿cuál es el suyo?

-He tenido que hacer memoria para buscar ese recuerdo mientras redactaba el pregón. La primera vez que te sientes partícipe de una comunidad cuando vez una procesión. Pero yo no he sido capaz. Tengo en la memoria la palma que vas a buscar al Museo para desfilar, pero, en todo caso, pertenezco a una generación en al que ser niño en la Pasión era muy difícil, dado que solo se podía entrar al cumplir los 18 años. Sí recuerdo ver salir las procesiones del Seminario, los niños nazarenos que desfilaban el Jueves Santo con una cruz y una corona de espinas... No había tantas procesiones nocturnas como ahora?

-Algunos añoran aquella Semana Santa, ¿es su caso?

-No, la Semana Santa es un ente vivo que tiene que evolucionar y, si no lo hace, muere. Cuando más presente esté, más viva está.

-¿Cuál fue su primera cofradía?

-Toda mi familia ha sido siempre del Santo Entierro. Cuando mi abuela llegó a Zamora, vio un referente en esta cofradía e hizo a mi abuelo. He experimentado una evolución. De joven, estaba muy vinculado a Las Siete Palabras o El Espíritu Santo. Ahora, mi hermandad es Las Capas. En todo, caso, siempre me ha gustado asomarme a muchos balcones, porque la Pasión hay que vivirla desde diferentes lugares: como hermano, directivo, espectador?

-¿Qué fue primero: la Semana Santa o su vocación artística?

-Fueron paralelas. Comencé a imbuirme de la Semana Santa cuando empiezas a descubrir tu vocación. Los que nos hemos dedicado a la escultura en Zamora, siempre hemos tenido la idea de hacer algo para las cofradías. Es la manera de sentirse escultor en Zamora. Yo siempre tuve la idea, no para la Semana Santa, sino sobre la Semana Santa. Mi primera gran obra fue el Barandales, entonces un personaje denostado y apartado. Mi profesión ha sido una investigación de qué es la Pasión.

-¿Cuál fue su primera escultura para la Pasión?

-El Cristo de la Cruz guía de Las Capas. Fue una recreación de un Cristo románico que creé en los ochenta.

-¿Cómo surgió esa obra tan singular como es el Barandales?

-Fue un trabajo personal a partir de un tronco de olmo, allá por 1985 en la Facultad de Bellas Artes. Con motivo del cuarto centenario de la Real Cofradía del Santo Entierro, quisieron hacerle un monumento y me propusieron pasarla de madera a bronce, para lo que tuve que volverla a modelar.

-El Barandales comenzó a caracterizarlo como un artista experimental, ¿verdad?

-Porque yo trabajo sobre la Semana Santa, no para ella. La estética tiene mucha fuerza y yo quería reflejar eso en las obras.

-Y surgen trabajos suyos extraordinarios que a nadie dejan indiferente, como su Ecce Homo?

-Ese es el tipo de obra que a mí me interesa. No soy imaginero, sino escultor. La gran diferencia no es la manera cómo trabaja, sino la duda, si realmente es capaz de aportar algo diferente. La Pasión me atrae, pero también me plantea muchas dudas y ahí nace mi obra. No creo que para una persona del siglo XX las imágenes de ahora tenga mucho sentido.

-Siempre ha sido muy crítico con la influencia de la imaginería del sur del país, ¿por qué?

-Porque Andalucía, a partir de la Guerra Civil, en lugar de seguir una corriente innovadora que había surgido, regresó al neobarroco. Solo importa la belleza y la perfección. Para algunos esto puede valer, no para mí. Una imagen no tiene por qué ser bella ni perfecta para transmitir, porque el arte puede ser feo. Hemos superado como sociedad que el arte tenga que ser bonito.

-Pero nosotros hemos caído en esa "trampa" con la incorporación de imágenes bellas y perfectas?

-La globalización de las cofradías del sur es muy grande. Siempre digo: "Pobre Semana Santa de Castilla, que está tan lejos de Juan de Juni y tan cerca de Castillo Lastrucci". Se está alejando de la imaginería castellana, importando la estética del sur. Es el mismo de las bandas de cornetas, que hacen cosas muy barrocas impropias de esta tierra.

-La Semana Santa le ha dado satisfacciones, pero también dolores de cabeza, ¿cuál ha sido el mayor?

-El paso del Entierro. Como diré en el pregón, es la cruz que arrastro por el taller.

-Tantos años después de aquello, ¿qué piensa ahora?

-Mejor no pensar. No es momento de hablar con las palabras, sino con las manos, hacerlo, aunque quien ahora tiene la pelota en su tejado es la cofradía.

-¿El Entierro de Cristo está en su cabeza? ¿Lo ha tallado en su mente?

-(Ríe). Lo tengo en el estómago? Hubo una serie de circunstancias donde yo fui el último culpable, no el único. Asumo mi parte.

-De aquel intento quedó San Juan y Nuestra Señora en una de las mesas más bonitas de la Pasión, ¿cómo lo ve usted en la calle?

-Estéticamente no funciona porque la mesa es muy grande y la cruz afea las figuras. A mi me gustaría que fuera de otra manera, pero no voy a llevar a juicio a la cofradía. Mi obligación es terminarlo y terminarlo bien.

-¿Cuál es su mayor satisfacción?

-Todo lo que tengo de parafernalia en cofradías como la Buena Muerte o las cruces del Santo Entierro? Una serie de innovaciones plásticas que se adaptan bien al desfile.

-Es decir, que Ricardo Flecha está, sobre todo, en los detalles?

-Está porque no chirrían, porque nadie sabe que son mías. La Cruz guía de Las Capas, varas de presidentes, uno de los Crucificados de las Siete Palabras? Todos los días sale algo mío.

-No hay asamblea de Semana Santa en la que no salga su nombre?

-Tengo claro que en Zamora siempre tuvo un taller de escultura desde el siglo XVI, es la actividad humana que aquí más tiempo ha permanecido. Desde los talleres de los Sánchez Guerra, los Cifuentes, Blas González, Ramón Álvarez? Solo se vio interrumpido en los venta hasta que Ramón Abrantes, en los cincuenta, lo reabrió. Desde la modestia, tengo el último taller abierto en la ciudad hoy en día para cubrir las necesidades devocionales de la Pasión. Mi espacio se adapta a las necesidades de Zamora, la mitad de las cosas salen sin beneficio.

-¿Y qué le produce esta situación?

-Me llena. Gracias a Dios, tengo un empleo como profesor en la Escuela de Arte y el taller me vincula a lo mío, al arte.

-Ha mencionado a dos personajes importantes para usted: Ramón Álvarez y Ramón Abrantes. Del imaginero, ¿qué fue lo mejor y lo peor?

-He sido muy crítico con él y la "cofradía" de "san Ramón". Para mí, don Ramón es el gran imaginero del siglo XIX en España, un artista que evolucionó. No dudó nunca, no era escultor, no fue un creador, sino un escenógrafo.

-El director de la Guardia Civil, en su reciente visita al Museo, se quedó observando durante minutos La Caída. Qué escenas tan extraordinarias, ¿no le parece?

-Son escenarios operísticos, era un gran escenógrafo que hacía dialogar a las figuras. Sin embargo, no hemos cuidado nada bien unos pasos que eran, originalmente, bastante más pequeños. En todo caso, Ramón Álvarez no fue el "Miguel Ángel de Castilla", como se decía. Es el gran imaginero del XIX.

-¿Qué me dice de Ramón Abrantes?

-A Abrantes se le ninguneó en los círculos de la Semana Santa. Quienes perdieron fuimos nosotros.

-Hay un busto de un Nazareno extraordinario?

-Sí. Ramón Abrantes tenía una capacidad innata para el volumen, pero tenía la rémora de no haber estudiado. Sus aportaciones pudieron ser mucho más importantes que la imagen de La Amargura. Tuvo muchos proyectos, pero se le negaron.

-¿Qué recuerdo tiene de él y de su taller?

-Me enseñó a ser escultor, a amar el arte. Me enseñó que esto es una vocación, un sacerdocio, una actitud con la que tienes que vivir, aunque no ganes dinero. Abrantes vivió de forma modesta y solo fue reconocido a última hora, un personaje denostado.

-En su etapa más reciente, se ha identificado más con otras Semanas Santas. En Medina del Campo es un personaje conocido?

-Lo que no podemos decir es que nuestra Semana Santa es la mejor sin conocer el resto. Yo conozco muchas en este país: Huelva, Cádiz, Cuenca, Zaragoza, Lugo, Salamanca, Medina de Rioseco?

-Y surge la polémica con Cristo en brazos de la Muerte, pero no es la primera vez que crea un Jesús desnudo, ¿verdad?

-El Cristo de las Siete Palabras está desnudo. Mi guerra -el enemigo soy yo mismo- es que la imaginería debe evolucionar y no lo hemos hecho desde los años treinta. Mi idea es retomar ese punto de partida. Yo no digo que lo mío deba prevalecer, pero sí que la manera de ver a Dios ha cambiado. Un Cristo en brazos de la Muerte refleja a un hombre solo, desamparado, como yo lo veo a veces. Un Cristo que nos estorba durante el año, salvo en Semana Santa. Si Jesús resucitó es porque antes murió, es decir, que estuvo "en brazos de la muerte", una escena que nadie había representado.

-Se identifica con la capa y con Bercianos, ¿por qué razón?

-Esa magia, ese halo de autenticidad que tiene Bercianos espero que no desaparezca nunca?

-Los cofrades no son actores y eso es lo que impresiona, ¿no cree?

-No van a un espectáculo, les da igual quien los acompañe. Tuve la inmensa suerte de desfilar con ellos y me impresionó lo que ocurre en la iglesia y la salida, cuando piden perdón y clemencia y todos se arrodillan. No van a un desfile, sino a un entierro que se repite cada vez que muere uno de ellos: entierran a un igual.

-¿Qué tiene de especial la capa?

-Veo un vestigio de una vestimenta antigua que compartimos dos naciones. No se le da la importancia que tiene. Otros la hubieran convertido en el primer símbolo social. Tiene una potencia visual sin comparación y, sin embargo, aquí solo es la prenda del pastor. Todas las casas zamoranas deberían tener una de ellas y ponerla en los momentos importantes. Culturalmente es un tesoro y lo único que pretendo es difundirlo, promocionarlo. El tiempo la colocará donde merece.

-Y el próximo Domingo de Ramos, el pregón?

-Voy a ser el primer escultor que lo pronuncie, posiblemente el peor de todos. También soy cofrade y sé lo que significa. He querido reflejar las dos cosas. No voy a dar una conferencia ni explicar nada, sino contar mis vivencias. La Semana Santa, como cofrade y artista, es mi vida.