Los duros años de la posguerra asientan la celebración semanasantera con el nacimiento de nuevas cofradías al amparo del nacionalcatolicismo. La fundación de la Penitente Hermandad de Jesús Yacente, en 1941, es el paradigma de la relevancia social que alcanzarán en aquellos días movimientos como Acción Católica, que en los años anteriores, durante la Guerra Civil, habían quedado arrinconados frente al protagonismo adquirido por Falange, según señala el historiador José Andrés Casquero.

De estas asociaciones surgirán, a partir de ahora, las clases dirigentes también de la propia Semana Santa. Los cargos de la Junta de Cofradías serán identificados, desde entonces, como prebostes de la sociedad zamorana.

Serán jóvenes de Acción Católica los entusiastas integrantes de la futura Hermandad del Yacente. El nacimiento de la cofradía se atribuye al "descubrimiento" de la imagen en la iglesia de la Concepción por parte de Dionisio Alba Marcos. La magnífica talla se encuentra «cubierta con una colcha y semioculta toda ella por una cristalera», tal y como recoge Luis Felipe Delgado en su libro "Pasión de Zamora". Así la encuentra el fundador de la Hermandad durante una misa de difuntos en memoria de su padre. «El descubrimiento de su corazonada tiene un compañero, Ramón Amigo, y ambos, siete días después, acudirán al templo y serán deslumbrados por la belleza de la escultura», prosigue Luis Felipe Delgado. El consiliario de la juventud masculina de Acción Católica, Antonio Alonso Fernández, acogió de buen grado la idea de formar la cofradía, que recibió la autorización del Obispado el 11 de marzo de 1941.

La Hermandad celebraría también actos cuaresmales como el Vía Crucis que se reza siguiendo el texto propio de la Hermandad y que reproducía la peculiar religiosidad que imperaba en aquellos días. El Jueves Santo de ese año, el 10 de abril, salió por primera vez a la calle. La prensa local no repara en elogios al calificar la procesión como «sublime». Las crónicas de "El Correo de Zamora..." afirman que la nueva Hermandad «ha quedado definitivamente consagrada como una de las mejores con que contará para el futuro nuestra Semana Santa», a pesar de lo adverso de la noche: «Y eso que perdió vistosidad, porque el aire apagó desde el primer momento los hachones del paso y los cirios de los hermanos. Fueron estos sometidos a una prueba de penitencia durísima. A pocos grados sobre cero, si es que no estábamos a cero grados, y con los pies desnudos, hubieron de soportar la inclemencia del frío y del viento».

La Hermandad de Nuestro Padre Jesús de la Tercera Caída, creada en la época, por la calle del Riego, en 1943

«Perfectísima organización, orden correctísimo y solemnidad acabada», son algunos de los epítetos que le dedica el diario a la primera procesión del Yacente. Si las crónicas de años anteriores iban sobradas de retórica, a partir de la posguerra proliferan las expresiones almibaradas y, desde luego, exentas de cualquier asomo de crítica. La Semana Santa pasa a ser, definitivamente, seña de identidad de la propia Zamora «porque los que ganaron la Guerra, perdieron la posguerra. No existen frutos palpables» en medio de la inmensa situación de precariedad y retraso en el desarrollo, afirma José Andrés Casquero. Por eso, los zamoranos, encabezados por las autoridades de la época, se aferran a una tradición secular, porque «es lo único que tenemos».

Desde los periódicos se contribuye a esa causa común y, entre las noticias de la II Guerra Mundial que

asuela Europa aquellos días, se cuelan vivísimas recomendaciones para propios y visitantes, en especial, al paso de la procesión del Silencio: «Es a los forasteros a quienes deseamos advertir, y se lo rogamosencarecidamente, que se unan al pueblo zamorano en el Silencio en el momento augusto de la majestad más solemne que oprime el alma y la desborda en llanto. Si perdemos ese silencio, perdemos la procesión. Zamora sabe de la grandiosidad de este desfile religioso y le disgusta que alguien lo conturbe. No hay excepción: durante todo el recorrido silencio debe observarse; lo mismo en la Catedral que en la Plaza Mayor y por las calles (...).No deben despegarse los labios y sí rezar con el corazón, cuando la imagen benditísima pase a nuestro lado. Y aún guardaremos ese silencio hasta verla distanciada un largo trecho».

La Virgen Dolorosa en la procesión de la Vera Cruz en 1942

Los esfuerzos realizados por la Junta de Fomento para otorgar mayor difusión a la Semana Santa incluyeron, en 1941, la filmación de una película «para exponer en otras provincias la importancia de nuestras solemnidades, lo que atraerá a Zamora mayor prestigio». Aquel rodaje supuso, por ejemplo, que la sociedad El Porvenir de Zamora tuviera que instalar en el atrio de la Catedral, focos «que condensaban una potencia de más de 15.000 watios». Sin necesidad de películas, la luz al paso de las procesiones en aquella época era lo habitual, antes de que se impusiera la atmósfera efectista que caracteriza, sobre todo, a los desfiles nocturnos. «En los balcones de la Diputación y del Ayuntamiento se han instalado potentesluces que anoche, se encendieron al paso de la procesión. También en muchos edificios particulares lucen los balcones bombillas, artísticamente colocadas, que derraman sus claridades sobre las calles de la población»

, recoge el diario.

La Junta pro Semana Santa atendía las necesidades de las cofradías como la renovación de mesas procesionales o la contratación de las escasas bandas de música que acompañan esos años a los desfiles. Y también es la encargada de contratar las carrozas y los fuegos de artificio con los que culminaba la Pascua de Resurrección, después del "Encuentro".

La estética y la esencia de la Semana Santa zamorana está en plena evolución. En 1942 procesiona por primera vez la Cofradía de Jesús del Vía Crucis, después de haberse instaurado el traslado devocional de la imagen del Nazareno desde la iglesia de San Frontis hasta la Catedral en la tarde del Domingo de Ramos.

La idea había surgido en 1935 y contaba con el apoyo del sacerdote Manuel Boizas López y sus estatutos fueron aprobados en 1938. La Guerra aplazó hasta el Martes Santo de 1942 la salida a la calle de la cofradía que giraba en torno a otra imagen de gran devoción, a cuyo paso, «no faltaron anoche algunos que dieron la nota discordante entonando con mal gusto y sin gracia lo que ellos denominan "saetas". Eso, repetimos, no encaja en el marco de la austeridad que caracteriza a nuestra Semana Santa», señala "El Correo" aquel año de 1942 en el que la Cofradía de la Vera Cruz estrenaba también la Virgen Dolorosa tallada por Ricardo Segundo. Es también el año de la fundación de la Hermandad de la Tercera Caída, plagada, al principio, de símbolos de afección al Régimen y denominada expresamente, en su inicio, Cofradía de Excombatientes.

El Nazareno de San Frontis pasa junto al Duero en el año 1943

La Pasión zamorana se estereotipa siguiendo el modelo castellano. Y el nuevo modelo que inspira tanto al Yacente como al Vía Crucis como, ya en 1956 con Marcelino Pertejo al frente de la Junta, a la Hermandad de Penitencia ("Las Capas"), choca radicalmente con el tradicional que representan la Vera Cruz, el Santo Entierro o Jesús Nazareno, con un concepto de Semana Santa más popular. Las diferencias, en forma de enfrentamientos abiertos o más solapados, se hacen sentir en el seno de la celebración todavía hoy, más de medio siglo más tarde.

En los años de posguerra no se tolera ningún tipo de abuso bajo los pasos. En 1935 fue la última vez que fue expulsada la plantilla completa de "Camino del Calvario", a excepción del jefe de paso, José Aragón, por comer chorizo en Viernes Santo. «Los jefes de paso son los encargados de grandes comercios y establecimientos cuyos propietarios dirigen las cofradías », explica Casquero. La relación patrono-empleado se extiende a la procesión: «No se les mueve nadie», afirma Casquero.