La primera etapa de impulso en la Semana Santa auspiciado por la Junta de Fomento se agota hacia 1901. En gran parte, en opinión del historiador José Andrés Casquero, porque el método elegido para adquirir nuevos pasos y elementos con los que enriquecer las procesiones, la suscripción popular, «siempre resulta fatídico» y cita como ejemplo ilustrativo la agria disputa entablada a raíz del encargo de "Redención", en 1926 (aunque el paso de Benlliure no se estrenó hasta 1931). Tampoco existe una respuesta por parte de los propios cofrades: «Frente a otros momentos de revitalización como la época de Ramón Alvarez, producidos de una manera más natural, los de finales del siglo XIX fueron más forzados.

No hay una verdadera respuesta por parte del pueblo que integra esas cofradías». Las procesiones se vacían de penitentes y la impresión del público se refleja en los escritos de "El Correo de Zamora": «El pueblo se lamenta de que las filas de los hermanos sean cada año menos compactas y nutridas. Hay quien lo atribuye a negligencia, quien a apatía y quien (€) a falta de fe y piedad». El periódico, implicado en la Junta de Fomento, apelaba a las propias cofradías para que fueran éstas las que tomaran medidas para engrosar las listas de hermanos.

Es la propia sociedad la que está cambiando. Las ciudades experimentan crecimientos y mayor prosperidad con la municipalización de los servicios, sobre todo durante la Dictadura de Primo de Rivera. Se vive un corriente de secularización en España coincidiendo con los gobiernos liberales de la época, que, aunque con efectos muy limitados en una sociedad tan cerrada como la zamorana, era mencionada por la prensa local. Muchas veces, para considerar las manifestaciones de fe durante la Pasión como paradigma de profesión católica en tierras zamoranas, en un anticipo de aquella "reserva espiritual" que tanto le gustó enarbolar al Franquismo: «Como siempre, la característica de estas procesiones ha sido la piedad de los zamoranos, que en estos días han dado evidentes demostraciones de que esta ciudad, colocada bajo el amparo benditísimo de Nuestra Madre de las Angustias, no puede ser más que lo que es, católica de convicción y mariana por excelencia», explicita "El Correo de Zamora" en la Semana Santa de 1901. Y, en el mismo escrito, se alude al «consolador espectáculo de un pueblo que acompaña a la Virgen en sus dolores y con sus piadosas efusiones lleva hasta las plantas benditas de la Madre, la protesta muda pero elocuente, contra los malos cristianos que con sus desórdenes y prevaricaciones están renovando continuamente la pasión afrentosa del Hijo».

Nueve años más tarde, en 1910, José Andrés Casquero sitúa el "punto de inflexión" de la Semana Santa zamorana. Todos esos cambios sociales iban cristalizando. Las cofradías, por falta de recursos, ya no pueden acometer una de las principales funciones que les había dado origen: sufragar los entierros de los hermanos. El sentido de las cofradías es cuestionado por sus propios integrantes y la cuota que pagan por su pertenencia a las mismas es vista como una carga, sobre todo en tiempos de estrechez económica.

El desembarco de la burguesía en la dirección de la Semana Santa produjo cambios radicales en el seno de la celebración: en las filas, con túnicas, procesionan los ricos, mientras la carga de los pasos recae sobre las clases populares. «Eso es fácilmente apreciable en las listas del Santo Entierro y del Nazareno: si se observan los domicilios de los hermanos de fila, se corresponden con el centro de la ciudad. Los hermanos de paso viven todos en los barrios y arrabales de la ciudad», expone José Andrés Casquero. Los

enfrentamientos se suceden y son frecuentes las expulsiones de plantillas completas: «se les expulsa por comer chorizo en Viernes Santo. Se bebe, se fuma€», explica el historiador, porque para las clases bajas esos días representan un relajo en medio del duro quehacer diario y esa actitud no es comprendida ni compartida por los nuevos dirigentes.

Las crónicas recogen los esfuerzos de las cofradías como la Vera Cruz, «sin duda, la más necesitada de todas, ha hecho grandes esfuerzos para que este año resulte la procesión más solemne. Merced a los trabajos realizados por la junta directiva y que merecen el aplauso de todos, ha conseguido que este año figure en la procesión mayor número de hermanos», publica en aquellos días "El Correo".

El balance final no es del todo deslucido, aunque posiblemente exagerado: «este año no han desmerecido en nada a los anteriores las procesiones del Jueves y Viernes, contribuyendo a ello la temperatura primaveral que hemos disfrutado; han sido solemnísimas », afirman en el diario.

A pesar de todas las dificultades, el público sigue asistiendo a las procesiones y acude masivamente en los cultos que tienen lugar en las diversas parroquias y en la Catedral, pero la participación interna se ha resentido gravemente: «El entusiasmo por nuestra Semana Santa no decae fuera de Zamora, como lo prueba el gran número de personas que nos visitan durante estos días. ¡Lástima que nosotros no tengamos el mismo entusiasmo!

Con muy poco de nuestra parte serían otra cosa nuestras renombradas procesiones», señala el diario local. Tendría que esperarse hasta la década de los veinte para asistir a un resurgimiento de la celebración, con un nuevo impulso de la Junta de Fomento, presidida por Ramiro Horna. En los años de la Dictadura de Primo de Rivera resurge el fenómeno del asociacionismo en toda España. También en Zamora. «En aquellos años, en que crecen enormemente las afiliaciones a la UGT y al Partido Socialista (consentido por la Dictadura frente a los anarquistas o los comunistas) en la provincia llegan a contabilizarse hasta 3.500 asociaciones desde la época de Primo de Rivera hasta la II República», afirma José Andrés Casquero.

Los integrantes de la nueva Junta de Fomento también proceden de la burguesía local vinculada al comercio, tal y como recoge el historiador Pedro García Alvarez en su libro "Crónica de cien años". Como vicepresidente y representante del Obispado se encuentra el conocido sacerdote Manuel Boizas López, vicerrector del Seminario Conciliar, que tendría un papel activo en el posterior desarrollo de la celebración.

La creación de la Cofradía del Silencio en 1925, que recuperaba la imagen del Cristo de las Injurias para una procesión que calará desde el primer momento entre los zamoranos, es el primer fruto de esta nueva etapa. De la misma época proceden renovaciones de grupos como "La Sentencia" de Ramón Núñez (1926) para la Cofradía de la Vera Cruz o el "Retorno del Sepulcro", del mismo autor para la refundada Cofradía de Nuestra Madre de las Angustias (1927).

Igualmente, se inician las gestiones con Mariano Benlliure para la talla de "Redención" que, inicialmente, fue concebido para sustituir a "Jesús Camino del Calvario". El "Cinco de Copas" logró imponer al final su popularidad frente a sus discutidos méritos artísticos. Paralelamente, para facilitar la incorporación de nuevos cofrades, se proporciona género para túnicas. En la pretensión de promocionar los desfiles fuera de la provincia se editaron carteles y guías oficiales. Comenzaba una nueva fase ascendente que tocaría techo en los convulsos días que precedieron a la Guerra Civil.