Los créditos sostenibles se dirigen a proyectos con fines medioambientales. Foto: Getty Images

La toma en cuenta de aspectos medioambientales y sociales a la hora de realizar una inversión es un concepto que crece de manera paulatina en España. Es lo que se denomina Inversión Socialmente Responsable - ISR, por sus siglas -, un concepto amplio en el que se insertan los créditos sostenibles, vías de financiación para particulares y autónomos destinados a proyectos que tengan fines ecológicos, como la compra de un coche eléctrico o la reforma de una casa para un mejor aprovechamiento de la energía.

El objetivo principal de los productos financieros vinculados a la ISR es, al igual que el de otros más tradicionales, maximizar la rentabilidad para el inversor en el medio y largo plazo. "La diferencia radica en que, durante el proceso, se tienen en cuenta criterios ambientales, sociales y gobierno corporativo, mejorando de esta forma la ´performance´ rentabilidad-riesgo", explica Javier Garayoa, director de Spainsif, la plataforma sin ánimo de lucro que integra a todo tipo de entidades que trabajan para impulsar la inversión sostenible en España.

Negocios más estables

Para las empresas, los beneficios de la Inversión Socialmente Responsable se visualizan en su transformación en una compañía "más sostenible", lo que a su vez elimina riesgos o elementos especulativos y redunda en una mayor "estabilidad" del negocio, añade Garayoa.

Los vehículos de inversión a través de los cuales se formula la ISR son los fondos de inversión, los planes de pensiones y los bonos verdes, siendo los créditos sostenibles -más centrados en las vertientes ecológicas-, los que se han incorporado con más fuerza en los últimos años.

Para particulares

En lo que respecta a los particulares, los proyectos para lo que se suelen destinar estos préstamos incluyen reformas de eficiencia energética en viviendas, compras de vehículos eléctricos o financiación de electrodomésticos adaptados al ahorro. El cliente recibe así financiación para fines concretos y con condiciones que pueden ser mejores que las de los préstamos tradicionales.

Por lo general, los créditos sostenibles disponen de plazos mejor estructurados, tipos de intereses inferiores y bonificaciones en comisiones, lo que suponen un atractivo para el cliente, destaca Antonio Gallardo, experto de iAhorro. Asimismo, contribuyen a proyectar una mejor imagen de la entidad financiera, el segmento empresarial que, hasta el momento, más ha apostado por la Inversión Socialmente Responsable.

"Los créditos sostenibles son un producto muy reciente en nuestro país", dice Javier Garayoa, que apunta que hasta el momento solo existen "unas pocas iniciativas de grandes entidades bancarias" en esta materia. Según Spainsif, el total de activos bajo gestión de las entidades financieras en proyectos de ISR ha pasado de 80 millones de euros en 2002 a 169.359 millones en 2015.

No obstante, los créditos sostenibles son un producto que de momento "aportan muy poco" en cuanto a volumen de activos gestionados en España con criterios ISR, apunta Charles Castro, del Departamento de Análisis y Estudios de Ecodes, una organización independiente que trabaja a favor de la sostenibilidad en el ámbito empresarial y social. "La mayor parte de los activos gestionados con criterios sostenibles se destinan a renta variable y en menor medida a productos de renta fija, como deuda soberana y bonos verdes", añade.

Crecimiento en España

"Si lo comparamos con nuestros vecinos europeos, aún nos queda mucho camino por recorrer", dice Javier Garayoa, que cita el "desconocimiento" de lo que aportan la inversión y los créditos sostenibles a empresas y particulares. La aproximación es "progresiva" entre las empresas que cotizan en Bolsa, pero es el sector financiero, "en su papel de inversor director y en el de intermediación", es el que más está destacando, subraya el director de Spainsif. "Lo que se busca es que las empresas dispongan de incentivos desde el mercado financiero para mejorar la sostenibilidad de sus prácticas de gestión", subraya Castro.

La Inversión Socialmente Responsable surge a finales de los años 60 en Estados Unidos, vinculada a los movimientos ciudadanos contra la guerra de Vietnam. Las campañas contra el apartheid del régimen sudafricano en los años 80 supusieron un nuevo impulso en Europa, mientras que en España las primeras iniciativas de inversión sostenible nacen en los primeros años del siglo XXI.

"Cada vez existen más inversores, principalmente institucionales, que incorporan criterios sociales, ambientales y éticos en la toma de decisión sobre donde destinar sus activos financieros. Las empresas que no cuidan estos aspectos corren el riesgo de quedar excluidas de los mercados de valores a nivel mundial", concluyen desde Ecodes.