Resulta importante destacar que el auge de los medicamentos en el ganado, y en particular de los antibióticos, se debe al apogeo de la ganadería intensiva. Hay científicos que apuntan que la resistencia de cepas bacterianas tiene que ver más con el abuso de antibióticos suministrados a animales que a humanos. Estamos ante un modelo productivo que nos condena a producir enfermedades, muchas de ellas derivadas del abuso de hormonas que garantizan el rápido desarrollo de animales, pero con nocivas consecuencias para la salud humana. Para esto debemos buscar posteriormente remedio, cerrando el ciclo de una sociedad basada en el consumo, en lugar del bienestar (humano, animal y ecológico). El modelo de ganadería es por lo tanto una cuestión de salud pública, además de ética de bienestar animal y sostenibilidad ambiental, pues no sólo los sacrificios deben minimizar el sufrimiento de los seres sintientes, sino sus condiciones diarias de salubridad, como es el espacio del que disponen, las medidas higiénicas en las que se hallan, su alimentación, etc.

También debemos tener en cuenta que cuando los seres humanos basamos nuestra alimentación en consumidores primarios se produce una alteración del equilibrio trófico que implica un mayor consumo de vegetales que deben salir de algún lugar, en muchos casos de campos de países subdesarrollados que dejan de alimentar a la población nativa.

Por ello, desde el punto de vista de la salud, la perspectiva animalista y la mirada ecológica resulta a todas luces imprescindible apoyar una alimentación menos basada en productos de origen animal, apostando por la calidad que ofrece la ganadería extensiva, y más basada en productos de origen vegetal. Se podría pensar que una alimentación basada en vegetales podría dar lugar a déficits nutricionales; sin embargo, existen numerosos dietistas-nutricionistas que señalan que incluso las dietas veganas, que excluyen cualquier alimento procedente de animales, resultan perfectamente saludables si están bien diseñadas.

Es el momento de reivindicar el valor nutritivo de las legumbres, protagonistas del folclore gastronómico de nuestra tierra y que dan tanto prestigio a los sabrosos platos de cuchara. Lejos de seguir las recomendaciones de la OMS que alentaban al consumo de insectos para ingerir las proteínas necesarias en nuestra dieta, dietistas-nutricionistas como Aitor Sánchez proponen rescatar las infravaloradas legumbres. Es el momento pues de reivindicar el garbanzo de Fuentesaúco, única legumbre de producción española que contiene proteína completa, con todos los aminoácidos esenciales, un “superalimento” si le interesara al mercado. Y lo mismo con la lenteja de Tierra de Campos, que combinada con arroz, además de dar lugar a un delicioso plato, también ofrece todos los aminoácidos esenciales. Y, cómo no, el momento de disfrutar de unos buenos judiones de Sanabria. Al final, como dice el refrán, “somos lo que comemos”.