Cercana la fecha del 8 de marzo, que hace solo tres años marcara un antes y un después en la lucha por la igualdad de las mujeres en nuestro país, el movimiento feminista atraviesa tiempos agitados. Mientras se producen algunos desencuentros, se afrontan también leyes ambiciosas desde el Ministerio de Igualdad: la Ley de Garantía Integral de la Libertad Sexual, o ley de “solo sí es sí”, que pretende acabar con la distinción entre abuso y violación; la reforma de la Ley de interrupción voluntaria del embarazo, que incluirá además el asunto de los vientres de alquiler; la ampliación de derechos del colectivo LGTBI, y la que más polémica ha generado: la Ley de Igualdad plena y efectiva de las personas trans, la Ley Trans, que busca dotar de cauces legales el reconocimiento social de aquéllas cuya identidad de género no coincide con el sexo asignado cuando nacieron.

Las feministas llegan a este marzo con diferencias de criterio, atravesadas por contiendas de partidos, en una discusión nada extraña en un movimiento vivo y que se hace preguntas, cuyo alcance aún no es posible vislumbrar en su totalidad, pero que de ningún modo puede perder el punto de partida que fortalece y da sentido a esta corriente de transformación social, cuya bandera ha sido siempre su carácter inclusivo.

Tras un año de pandemia, crisis social, medioambiental y económica sin precedentes, en la que nuestro modo de vivir se encuentra en plena revisión, es necesario entender el modo en que este modelo extractivista destruye la vida, nos destruye a nosotras, y cómo ha trastocado la marcha de tantas reivindicaciones sociales y sueños de igualdad. No son buenos los resultados que arrojan las cifras respecto a la situación laboral y social de las mujeres. El camino a recorrer sigue siendo difícil para enfrentar el dominio imperante, ese orden establecido y patriarcal que tantas veces ha relegado a las mujeres a posiciones subalternas, y que pesa como una enorme piedra colgada al cuello.

Es un buen momento para hacer balance de lo conseguido. También para comprender por qué caminos ha ido transitando el feminismo hasta llegar aquí, y seguir buscando nuevos referentes, además de aquellas mujeres, nuestras abuelas y madres, que sin conocer apenas la palabra feminismo, ya luchaban por “el derecho a tener derechos” como dijo Hannah Arendt, abriéndose paso en un mundo masculino que las condenaba a las sombras de los papeles secundarios.

Hoy la humanidad y desde luego las mujeres se enfrentan a nuevos desafíos que precisan construir una narrativa propia, evitando más que nunca caer en las trampas del poder. Para aprender a descubrir otra forma de convivencia es preciso ese diálogo intergeneracional, que nos ayude a reconciliarnos con la naturaleza, con nuestro pasado rural y comunitario, buscando otro modo de habitar este planeta. Y explorar nuevos caminos con la fuerza que aporta la lucha del feminismo. Pensando en el futuro que se avecina, con el cambio climático como horizonte, mirar adelante significa poner la vida en el centro, y entender que juntas conseguiremos más.