El esfuerzo televisivo español para elevar la acción del prestigio social es encomiable, tal que concursos y series de policías, guardias civiles o bomberos nos abruman poniendo en la picota oficios que no hace tanto eran residuales, al menos en expectativa laboral y salario. Otro ejemplo clarividente lo constituye el empleo en las Fuerzas Armadas, con la exponencial aceptación y reconocimiento de la labor protectora en misiones internacionales o la Unidad Militar de Emergencias que nos recuerda aquel atractivo “Muchacho la Marina te llama” al que acudimos adolescentes alumnos de formación profesional para reformarnos en Radar, Sonar, Maniobras, Radiotelegrafista y un sinfín de especialidades con los que salíamos a la calle como entramos por no estar reconocidos los estudios castrenses.

Ser miembro de los cuerpos y fuerzas de seguridad cuasi fue el equivalente a maestro de escuela descrito por doña Emilia Pardo Bazán aludiendo al ayuno y hambruna de los educadores de principios de Siglo XX. Ahora, no obstante, se busca oficio pero si es posible que dé prestigio.

La indiscreta sociedad actual no oculta las nuevas profesiones que tienen prestancia y glamur. Ser cocinillas tiempo atrás no era tanto chollo hasta la llegada de Arguiñano pionero de la educación on-line, cuanto más en los concursos y los galones Michelin con los que estrellamos nuestro ego.

Los visionarios de la formación profesional que viene hablan de la FP Dual como innovación propedéutica cuando es tan antigua como la forja del herrero. Toda la vida del Señor hubo pinches y mozos que estudiaron nocturno mientras encallecían sus manos en los talleres, cuando ahora se dejan las prácticas como asignatura final del tiempo teórico, la FP Dual en España es simbólica en comparación con Alemania, y así nos luce el pelo del paro.

La otra cara visible de los nuevos empleos se muestra en las calles, sobre ruedas y mochila en ristre, jinetes que sobreviven repartiendo comida y compras on-line. Un chaval montado en bici repartiendo pizzas sintetiza las cuatro premoniciones de la Formación Profesional, a saber: la primera, Versatilidad, siendo capaz de servir a domicilio de día y disc-jockey nocturno. La Formación Continua es la segunda premisa, es raro que el ciclista no tenga varias carreras incluida la maestría con la que maneja la tercera cualidad de la futura FP, las TICs, imprescindibles para presentar cualquier currículo.

Por último el Transformismo, esta es la competencia o capacidad de transformarse. Si le apuran, el chaval repartidor debe llevar los útiles de afilador y paragüero con los que complementar su exiguo salario de jinete, o transformar la bici a rickshaw, bici-taxi con el que sacar unos euros extra. Quienes estábamos justitos para hacer Bachiller y derivados a la FP por torpes, concluimos que desde la época de los Institutos Laborales con los que convivió doña Emilia, hasta la exigua FP Dual española, nos siguen contando el cuento de la buena pipa, se olvidan que los oficios de prestigio dependen de lo que otrora eran los “hombres buenos” o pecheros, esto es, los que crean empleo y trabajan fuera de la Administración, sin ellos se acabó el cuento la buena pipa, pues no podemos pagar ni a los oficios de prestigio ni a las clases pasivas.