Felicitación navideña realizada por Leo y ganadora del concurso. | Ical

Le diagnosticaron al nacer Atrofia Muscular Espinal Tipo 1, pero eso no es importante. Tiene una particular forma de percibir y explicar el mundo a través de su mirada y unas desbordantes ganas de experimentar y compartir vivencias. Eso sí es importante. En el salmantino municipio de Miranda de Azán, el pequeño Leo Zamarreño, de seis años, vive una feliz y plena infancia junto a sus padres, Juan Carlos y Sonia, y su hermano mellizo, Juan. Es un niño no vocal que necesita respiración asistida y utiliza para comunicarse tecnología avanzada que le permite usar su retina para escribir, pintar o tocar música, pero eso no es importante. Leo es un artista. Y eso sí es importante.

La felicitación institucional de la Diputación de Salamanca para estas fiestas lleva su firma. Es el ganador del concurso de postales navideñas, tras resultar el suyo elegido entre 417 dibujos de toda la provincia. Su propuesta titulada “Nieve de colores” fue la mejor. Con su creatividad, se hizo merecedor de un lote de libros, material escolar, puzles y juegos educativos. Unos regalos, que en justicia le corresponden, y que ni siquiera recibirá. Porque Leo, además de un artista, es generoso, y su premio es compartirlo con sus amigos, sus compañeros del colegio. Allí se va a quedar el premio para que todos lo disfruten.

Leo pintó la obra ganadora del concurso de postales con su mirada. A través del software de comunicación Grid 3, que le permite manejar con sus ojos la tecnología Tobii Eye Tracking, el pequeño aplicó un paquete de cuadrículas para diseñar la composición elegida. Inspirado en la técnica de su admirado Jackson Pollock, el joven artista plasmó su visión de una colorida nevada empleando el expresionismo abstracto. Y no es la única técnica que utiliza habitualmente, porque también es capaz de pintar con el popular Paint, a través de la interfaz Sketchbook. Toda una paleta de recursos que permite a Leo elevar sus emociones a la categoría de arte. Como cualquier artista.

Y eso que no es convertirse en pintor su máxima aspiración en la vida. Tal y como el propio Leo reconoce, él quiere ser escritor. Como corresponde a su edad, ya ha integrado en su educación la lectoescritura, porque aprende al mismo ritmo que sus compañeros. No tiene limitación cognitiva alguna, solo se apoya en la tecnología para expresarse. Tiene sus libros de texto en formato PDF y los rellena gracias a la proeza de sus ojos mediante un teclado virtual que despliega su puntero software. Lo hace además tanto en castellano como en inglés, un idioma que le encanta y que ya practica como asignatura extraescolar en su clase, y también en una academia de Salamanca.

Su madre, Sonia, recuerda que el pequeño salmantino utiliza un sistema de comunicación autónoma a través de estimulación asistida del lenguaje desde que tenía apenas año y medio. Reconoce que su proceso de adquisición de la lectoescritura ha sido “muy cuidado” y que han participado todas las personas de entorno. Especialmente su hermano, Juan, su “mejor compañero de comunicación”, y una de las figuras “clave” en su desarrollo. Un camino que inició de la mano del profesor del Grado de Logopedia de la Universidad Pontificia de Salamanca José Ángel de Arriba y que transcurre junto a los asesores de la empresa especializada en tecnología de apoyo.

Además del resto de familia y amigos, Leo cuenta en su entorno escolar con una asistente personal, figura encargada de velar por su salud y todo lo que conlleva su condición de portador de traqueostomía para respirar, y una pedagoga terapéutica que le apoya en las tareas educativas del aula. Acude a fisioterapia con profesionales autónomos y a terapia asistida con un perro al que ahora echa mucho de menos porque la pandemia le impide verlo. En casa es su familia quien se encarga de todos los cuidados. Según cuenta, Leo ha de ponerse una medicación experimental mediante punción lumbar cada cuatro meses. Están a la espera de obtener un fármaco que pueda administrarse por vía oral. El gasto que supone, esta vez sí, se sufraga entre la Consejería y la farmacéutica, ya que Leo y su familia están aportando datos de valor para la investigación.

Leo Zamarreño es además un alumno más de Primero de Primaria del Colegio Pablo Picasso de Carbajosa de la Sagrada. A pesar de los siete kilómetros que lo separan de su casa, es el centro que le corresponde por proximidad. Su familia no se planteó en ningún momento que acudiera a un centro de educación especial porque tiene las capacidades cognitivas intactas.

“Fue difícil, pero al final encontramos la manera de que fuera al cole con la asistente personal, que es una enfermera, y la pedagoga terapéutica, que le ayuda con el comunicador”, comenta su madre, que a su vez aclara que en estos momentos el niño asiste al aula de forma telemática por los riesgos que entraña la pandemia.