Casi nadie se acordará ya de un tal Cristóbal Montoro, pero aun así es el que decide la política económica de España. Los Presupuestos Generales del Estado que elaboró en 2017 para que entraran en vigor en 2018 han sido prorrogados y asumidos desde entonces por el Gobierno de Pedro Sánchez. Y el calendario legislativo establece que, si el actual presidente no consigue aprobar otras antes de fin de mes, las cuentas de Montoro seguirán vigentes al menos en los comienzos de 2021. Montoro fue el último ministro de Economía de Mariano Rajoy. A él le correspondió, por tanto, la urdimbre de unos presupuestos que respondían a las ideas de un partido conservador como el que estaba al mando cuando fueron facturados a las Cortes. Para bien o para mal, que eso es lo de menos, se trataba de la plasmación en números de un programa de derechas.

Dos años y pico no han sido suficientes para que el nuevo gobierno de izquierda hiciese sus propias cuentas; y nada asegura que vaya a hacerlas en plazo para el año entrante. Tampoco es culpa suya, a decir verdad. Hace ya un lustro que la llegada de la nueva política representada por Ciudadanos, Podemos y Vox fragmentó el Congreso hasta convertirlo en un guirigay que hace imposible la aprobación de los asuntos más elementales. Como los Presupuestos del Estado, por citar solo el más notable ejemplo.

Con el fin del bipartidismo se animó mucho la vida política del país, eso sí. Hubo gobiernos en funciones durante largos meses y luego se multiplicaron las elecciones que, como se sabe, son la fiesta de la democracia.

Dado que la fiesta y el trabajo son incompatibles, no extrañará que ciertas labores parlamentarias se hayan ido demorando. Es así como entraremos en el 2021 con un Gobierno exageradamente tildado de social-comunista que incurre en la paradoja de gobernar con los presupuestos de un partido de derecha conservadora.

Esto no tendría mayor importancia si solo se tratase de una mera cuestión de contabilidad basada en dejar caer números sobre un papel. Mucho más que eso, los presupuestos de un Estado son la ley anual que determina la política del Gobierno durante su período de duración, que en el caso de España se encamina ahora hacia el trienio.

Privado de esa herramienta fundamental, ya sea por circunstancias, ya por incompetencia, el actual Consejo de Ministros se limita a tomar decisiones sobre asuntos accesorios que no cuesten dinero, mientras aplica –con lealtad, todo hay que decirlo– el programa de la derecha que en su día escribió Montoro.

Poco importaría esa contradicción, dado el escaso margen que los catecismos de la UE dejan a la creatividad de los Estados, tanto da si de izquierdas o de derechas. En una situación normal, claro está. Nada es lo mismo cuando la irrupción de un descalabro económico de proporciones históricas como el que está provocando el coronavirus obliga a tomar decisiones de emergencia y a plasmarlas en unos Presupuestos de Estado (o lo que es lo mismo: de Gobierno).

No parece que tales urgencias apremien a un presidente que ni siquiera ha perdonado el veraneo para evitar –o al menos, intentarlo– una nueva prórroga de los Presupuestos. Igual no se ha enterado Sánchez de que Montoro, por bien que lo hiciese, es un ministro de Rajoy anterior a la era del covid-19.