O faltan médicos o sobran enfermos. España tenía el 40% menos de médicos y enfermeras por cada 100.000 habitantes respecto a la media de la UE antes del Covid 19. Ahora, el coronavirus ha disparado los enfermos y el resultado es una pandemia fuerte y una sanidad débil. Oímos hablar de las medidas que se toman y vemos que entre ellas no está contratar el personal sanitario preciso, luego hay que enfermar menos porque no nos van a curar tanto.

Sospecho que ya se ajusta la demanda a la oferta y que hay gente aguantando un 40% más su malestar por no empeorar la situación de los centros de salud o por no empeorar por estrés o por contagio en ellos. Los usuarios del sistema sanitario debemos cuidar al médico y a la enfermera, al menos tanto como nos cuidan ellos a nosotros y, en consecuencia, enfermar un 40% menos y, si no es posible, tener un 40% más de paciencia.

Si aun así se decide acudir al médico hay que telefonear muchas más veces para que ser atendido. Cuando se logra, el acto médico dura menos tiempo porque se reparte el mismo horario entre más enfermos. En las consultas telefónicas está asegurada la distancia interpersonal en el espacio, pero no en el tiempo: doctor y enfermo sienten en la nuca el aliento del próximo paciente. Lo mejor es llevar el relato de los síntomas bien preparado porque lo normal es que, al poco de empezar a escucharlo, el facultativo tenga hecho el diagnóstico y prescrito el tratamiento. En las consultas telefónicas, los médicos desarrollan el oído clínico, tan apreciado en la atención primaria actual como lo fue el ojo clínico entre los generalistas de antaño.

Lo que más perjudica a los médicos a la hora de ser contratados es que son personal y eso los convierte en gasto corriente, algo contra lo que están cargadas de prejuicios las administraciones. Si hubiera un robot o un programa informático para tratar a los enfermos de Covid 19 que se pudiera comprar, constara como inversión y contentara empresarios otro gallo cantaría. De haber escasez sería por acaparamiento.