Estábamos todos muy contentos con el sistema “que nos hemos dado” hace aproximadamente medio siglo, sedicente superador de una larga dictadura que tuvo sombras y luces. El comentarista viene de la menguante tropa, hoy de supervivientes, que fueron niños en los años treinta y cuarenta de la anterior centuria. Elementos de juicio nos quedan, ideologías aparte.

Afirmábamos hace días que a nuestros primeros padres de la transición, de dictadura a democracia, no les faltó buena intención en su intento de arbitrar con realismo la sucesión política hacia una democracia moderna y estable. Un grupo presuntamente plural fue encargado por el Parlamento de estudiar la integración y proponer la fórmula adecuada para la Constitución.

La tarea no era fácil porque se trataba de establecer una democracia en la que todos tuvieran cabida, las tendencias políticas, los exiliados y los regionalismos, sobre todo catalanistas y vascófilos a ultranza, aún incipientes pero levantiscos. La nueva Constitución, aprobada en 1978, establecía el que fue conocido como Estado de las Autonomías.

Surgía, pues, una novedad en la doctrina política. Sin entrar en detalles, diríamos que fue creado un estado unitario parecido al federal, pero a la vez “ma non troppo” por no alarmar demasiado. Y todo, por superar el problema creciente de los separatismos vasco y catalán.

Aquellos primeros padres de la Transición, entre los que hubo dos representantes de ambas tendencias, hicieron lo que pudieron con buena intención pero alguna ingenuidad sobre los separatismos. Sin entrar en detalles, las circunstancias, las ambiciones políticas y ciertas actitudes complacientes, o claudicantes, en la derecha de Rajoy, determinaron en los últimos años la irrupción –la “toma” podríamos decir– del poder por el aglomerado disidente.

Así las cosas, la situación política española atraviesa ahora su mayor dificultad desde la Guerra Civil y sus consecuencias. Ante este panorama y los reiterados ataques a la Monarquía desde una parte considerable del Gobierno, se rumorea que la Casa Real “va a pasar a la ofensiva” (?).

El momento político es muy delicado y parece que Zarzuela proyecta tomar un mayor protagonismo. No hay duda de que el Gobierno actual es un auténtico revuelto de izquierdismos extremos y separatismos radicales. Lo raro es que el socialismo presuntamente ortodoxo no reclame su presencia.

Lo que, unido a la difícil situación económica, el sectarismo gubernamental, su obsesión por el pasado, la parálisis política, la división de la derecha, la pandemia que nos aflige y tan mal tratada está, no abona precisamente una visión positiva del inmediato futuro.