Francesc Boya es secretario general para el Reto Demográfico dentro del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico. Será uno de los ponentes de postín de las jornadas “Razones para quedarnos II”, organizadas por LA OPINIÓN-EL CORREO DE ZAMORA, y cuenta con el patrocinio de Iberdrola, Diputación de Zamora, Grupo Dia, Caja Rural de Zamora, Ayuntamiento de Benavente, Ayuntamiento de Toro y con la colaboración de la Junta de Castilla y León y la Fundación Rei Afonso Henriques. La jornada comenzará a las 10.30 y podrá seguirse en streaming en la web de LA OPINIÓN-EL CORREO (https://www.laopiniondezamora.es/razones-quedarnos/) y en el perfil de Facebook del periódico. Boya desgrana en esta entrevista los planteamientos de la Secretaría General que dirige.

–Empecemos por los aspectos más generales. ¿Qué líneas maestras plantean para luchar contra el paulatino abandono del entorno rural en muchas provincias, entre ellas Zamora?

–Desde el Ministerio para el Reto Demográfico tenemos un plan que pivota en el Plan de Transformación y Recuperación para después de la pandemia. En este plan hay 130 medidas. Creo que todas tienen, en mayor o menor medida, trascendencia. Está dividido en diez ejes y abarcan cuestiones prioritarias.

–¿Por ejemplo?

–Una de las medidas más importantes, que reclaman muchos alcaldes, es la conexión del mundo rural a Internet en buenas condiciones. En este sentido estamos poniendo en marcha recursos y hay una estrategia, que queremos que salga adelante y que fija las miras en el año 2025. Queremos que para entonces todos los pueblos tengan una conexión veloz a Internet. Estamos invirtiendo bastantes recursos, como puede verse en los contratos que han ido saliendo, en el despliegue de la fibra óptica en las zonas menos pobladas. Creo que hay medidas que también van a tener mucho impacto, como todo lo relacionado con la eficiencia energética. Las cito porque son las que más recursos del Ministerio concentran y las que más tienen que ver con los fondos de recuperación.

–Me llama la atención que en su enumeración no haya citado ningún proyecto de cooperación transfronteriza con Portugal. Zamora es una de las provincias que tiene frontera por el estado luso. Una frontera que, por otra parte, está entre las más despobladas de Europa.

–La estrategia de cooperación con Portugal, si me permite la expresión, tiene vida propia. Ahora estamos trabajando intensamente en ella. De hecho, hace pocos días tuvimos una reunión de seguimiento con la Secretaria de Estado y trabajamos ya en nuevos ámbitos de colaboración. No le quepa duda de que para nosotros las relaciones con Portugal son importantes.

–¿Qué avances nos puede adelantar?

–En los últimos meses hemos trabajado en un estatuto para los trabajadores transfronterizos y estamos abordando cuestiones con un elemento que nos parece clave, que es el turismo transfronterizo. Es un ámbito de trabajo muy importante y dinamizador de la zona, muy importante para los territorios de frontera. También abordamos el tema de la cultura, abriendo la posibilidad de establecer una agenda compartida con Portugal, así como la coordinación de los servicios de emergencia y otros servicios de carácter público. Hay mucho hecho y también mucho por hacer.

–Volvamos al principio de la entrevista. Me comentaba que una de las principales líneas de actuación del Ministerio para el Reto Demográfico es dotar de fibra óptica a todos los municipios antes de 2025. En Zamora hay localidades donde el teléfono fijo aún llega con dificultad y donde la señal de TDT va y viene. ¿No le parece que hablar de fibra óptica, en estos territorios, puede sonar a ciencia ficción?

–Creo que no. Hablamos de 2025, pero yo espero que sea antes. También hay otras formas de llevar Internet a estos territorios. De hecho, ya hemos hecho algunas pruebas piloto en el ámbito de la tecnología por satélite, que en estos momentos ya es una opción posible aunque tiene un cierto aumento de los costes con respecto a otras tecnologías. El plan del que le hablaba prevé que la conexión a Internet sea universal para todos los españoles. Esto es un derecho que se tiene que hacer efectivo. En este sentido, el Plan de Recuperación nos va a ayudar a hacer las inversiones necesarias para que, en un horizonte máximo de cuatro años, la conexión a Internet mejore en toda España.

–Hablaba del plan de 130 medidas contra la despoblación. En él aparecen actuaciones específicas para provincias como Teruel o Soria pero para Zamora, que es la zona que más población ha perdido en los últimos años, no hay nada. ¿Cómo se puede explicar?

–Nos debemos guiar por las directrices europeas, que dicen que las zonas despobladas de España son Soria, Teruel y Cuenca. La intención del Gobierno es situar en esta lista a todos los territorios que tienen menos de 12,5 habitantes por kilómetro cuadrado. Es un trabajo en el que estamos colaborando con el Ministerio de Hacienda y que daremos a conocer cuando esté terminado. La intención es integrar a todas las provincias que están en esta situación en el conjunto de zonas consideradas despobladas. No hay una idea de localizar las ayudas o las acciones en una provincia, ya sea Teruel, Soria o cualquier otra. Nos parece que sería un error hacerlo así. Tratamos de actuar en los territorios, dando herramientas a las administraciones regionales y locales para que actúen contra la despoblación.

–La Coordinadora de la España Vaciada presentó hace unos días en el Congreso su plan para las zonas que se vacían e incidía en la necesidad de una fiscalidad diferenciada. ¿Qué posibilidades hay de aprobar esto?

–La fiscalidad diferenciada es una medida más, pero tiene que ir acompañada de más propuestas. Esto hay que pensarlo muy bien, no se puede hacer de manera “ad hoc” para cada territorio, se necesita un criterio general. Pero también debemos abordar el debate sobre la armonización fiscal en España. No tiene sentido que hablemos de rebajar impuestos en unas zonas mientras hay comunidades que abundan en el, entre comillas, dumping fiscal. Es necesaria una reflexión y que impere la solidaridad entre regiones.

–Zamora pierde población desde hace muchos años. Cuando en España nadie hablaba de despoblación, aquí el censo ya se desangraba. De hecho, da la sensación de que se ha tardado tanto en identificar el problema que, en muchas ocasiones, ya no tiene solución. ¿Coincide?

–Yo empecé a hablar de este tema en 2013, en aquellos momentos centrando el análisis en las zonas de montaña, que eran las que más población perdían. El proceso de concienciación social ha sido largo, es cierto, pero hay que mirar la botella medio llena. Ahora tenemos una estrategia nacional, que ha costado consensuar pero que pretende ser un documento de bases sobre el que afianzar una política nacional contra la despoblación. Hemos avanzado en este sentido.

–¿Pueden aguantar más provincias como esta, que pierde más de dos mil habitantes al año?

–Es complicado, no podemos predecir el futuro. Depende de las circunstancias y de los entornos, pero a grandes rasgos hay que ordenar las políticas públicas para parar el abandono de esos territorios. También es verdad que hay que ser sinceros. Hay pueblos que tienen conectividad, un marco adecuado de servicios y la gente se marcha. Hay un problema con la capacidad de generar atracción sobre los jóvenes. Esto es una realidad que sucede no solo en el contexto español. Combatir eso no es una cuestión de servicios, es casi cultural y consiste en elegir un modelo de vida y un territorio donde llevarla a cabo.

–Habla de una cuestión cultural, pero más bien parece que la ausencia de puestos de trabajo es lo que empuja a la gente, también a los jóvenes, a dejar sus pueblos y zonas de origen

–Cierto. Aquí hay una enorme oportunidad con la tecnología, como se ha demostrado con la pandemia. Hay un número importante de personas que ha trabajado desde casa y que lo pueden seguir haciendo si hay buena conectividad en el ámbito rural.

–Acabo preguntándole por los pueblos más pequeños, aquellos en los que solo vive un puñado de vecinos, casi todos jubilados, y donde no hay relevo generacional. ¿Hay futuro para ellos?

–Es muy duro, pero puede haber pueblos que no tengan futuro si nadie cree en ellos. Pero hay localidades agotadas desde el punto de vista demográfico que luchan porque una o dos familias puedan instalarse ahí. Hay experiencias de éxito en este sentido. Cada pueblo es un mundo y hay que ayudarles.