Opinión
Lánguidos y románticos
OPINIÓN | Brigitte Bardot, o "BB", marcó un antes y un después en la industria del cine francés. De hecho, se llegó a decir de ella que era la persona que atraía más divisas para Francia.

BRIGITTE BARDOT
Aún no he llegado a entender por qué la francesa Françoise Hardy salía en aquel video paseando por una solitaria calle de París, mientras cantaba aquello de "Tous les garçons et les filles de mon âge", quejándose amargamente de que nadie la quería, mientras el resto de las chicas de su edad iban de la mano paseando tan felices por todas partes. Porque la Hardy era una cantautora, además de modelo, escritora y actriz, que gozaba de un gran atractivo, a la que no le faltaban millones de admiradores. De hecho, gran parte de los lánguidos adolescentes de entonces estábamos enamorados de ella; entre otros el escritor Vázquez Montalbán que llegó a dedicarle un poema.
Por otra parte, la italiana Gigliola Cinqqueti, tenía un novio al que le paraba los pies diciéndole que era muy joven para esas cosas. "Non ho l´età per amarti" le repetía una y otra vez en una canción de la que llegó a vender millones de discos. Unas tanto, como la Cinqqueti, y otras tan poco, como la Hardy, pensaba yo por entonces.
Menos mal que, mientras tanto, Sylvie Vartan, una chica búlgara, criada en Francia, decía que era "La plus belle pour aller dancer", porque para eso se acurrucaba en la penumbra, mientras bailaba con el chico de sus sueños. Sylvie no era tan guapa como Françoise, ni tan ingenua como Gigliola, lo que no fue óbice para que se casara con un guaperas de la época, de profesión cantante de rock y de nombre artístico Johnny Halliday, aunque en realidad se llamara Jean-Philippe. Y es que el rock siempre ha tenido estas cosas.
Las tres jóvenes inspiraban más un sentimiento poético que otra cosa. Pero para contrarrestar ese halo de melancolía no exento de languidez a los que nos veíamos sometidos, también teníamos como referentes a otras chicas con otras virtudes, o con otro tipo de atributos, como queramos llamarlas o llamarlos. Una de ellas era Jane Birkin que cuando cantaba aquello de "Je t´aime…….moi non plus", hacía que la languidez huyera de lo taciturno como alma que lleva el diablo, para refugiarse en una sensación trémula que entonces aun no sabíamos que se llamaba erotismo. Fue una rotura del tabú imperante para el sexo sin amor, poco antes del "Mayo del 68". La Birkin se casó con un hombre, para nosotros muy feo, que se llamaba Serge Gainsbourg. Un tipo que lo mismo componía canciones que escribía como los ángeles o tocaba el piano, también dirigía e interpretaba películas, así que no tuvo que resultar nada extraño que deslumbrara a la Birkin, aunque fuera casi veinte años mayor que ella.
Por si fuera poco, en Francia, una exuberante Brigitte Bardot la daba un vuelco al cine con escenas a base de insinuar o de mostrar, según los casos, parte de las anatomías prohibidas o de las situaciones amorosas, no vistas hasta entonces. Había rodado una peli que titularon "Y Dios creó a la mujer" que prometía mucho, al menos en lo que se refería a la cosa del erotismo. Pero, cuando llegó a España, quince años después de su estreno, defraudó hasta más no ver, ya que podría haberse visto en una sesión de cine infantil. Brigitte Bardot, o "BB", la abreviatura mágica con la que se le conocía, marcó un antes y un después en la industria del cine francés. De hecho, se llegó a decir de ella que era la persona que atraía más divisas para Francia.
Por otro lado, un poco más lejos, en las Islas Británicas, Sandie Shaw, musa "mod", que tenia algo que ver con la sofisticación, dudaba de si su pareja le quería lo mismo que ella con "Pupe ton a string", que venía a decir que eran "marionetas sin fin, bailando en las cuerdas del amor". "¡Ay! si me quisieras lo mismo que yo", repetía Sandie. Lo hacía descalza, con sus pies desnudos, pisando el tablero del escenario sin muestra alguna de indolencia.
Claro que no todo era romanticismo. También había personajes que no eran lánguidos ni taciturnos, como aquel que interpretó Fernando Fernán Gómez en una peli, de cuyo título no me acuerdo, en la que representaba a un solterón que estaba haciendo un curso por correspondencia para aprender a montar aparatos de radio. Vivía con su madre en un aburrido pueblo. La sufrida progenitora le insistía en que tenía que casarse y sentar la cabeza, pero el admirado Fernando siempre le respondía que no le gustaban las chicas del pueblo, que "las que le gustaban eran las francesas y las que salían en los calendarios". Y es que, en determinados calendarios, de manera especial los que llevaban en la cabina los camioneros, aparecían unas chicas, tipo "Playboy", que quitaban el hipo. Y las francesas, ya se sabía que eran el fruto prohibido, el deseo de los reprimidos españoles que vivían en un país en blanco y negro, como dejó reflejado Miguel Mihura en su obra "Ninette y un señor de Murcia".
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