Opinión | ZAMOREANDO
Con prudencia y con dolor
OPINIÓN | "Un silencio cargado de prudencia y de dolor, de mucho dolor"

El obispo de Zamora Fernando Valera. | Emilio Fraile / N. S.
Tiene que ser duro de narices que te envíen a una diócesis como Obispo para hacer lo que brillantemente hace la RAE, limpiar, fijar y dar esplendor. Sobre todo lo primero. Porque cuando la suciedad y la opacidad se acumulan hay que emplearse a fondo. Tiene que ser doloroso para un Obispo, investigar y descubrir que algunos de sus hermanos de alzacuellos han adulterado la verdad, han comprometido la buena fe de los fieles, han desarrollado actividades que rayan con lo ilícito, han traspasado todas las líneas rojas, han hecho del nepotismo su bandera y se han lucrado de su posición sacerdotal. Afortunadamente son habas contadas. Pero son.
El silencio del prelado de Zamora, no es un silencio cobarde. Es un silencio cargado de prudencia y de dolor, de mucho dolor. Evitar que explotara una bomba atómica que hubiera sido devastadora, a tenor de los datos y las cifras que hablan más que las palabras, no ha evitado que, merced a la deslealtad de los desleales que tienen más de mercaderes que de sacerdotes, se hayan utilizado bombas de racimo con las que pretenden destruir la imagen y el prestigio alcanzado por Fernando Valera, Obispo de Zamora. El suyo no ha sido un camino de rosas. Muy por el contrario.
Si se pudiera contar lo que cuentan los informes oficiales, que no son del Obispado, sino de la Conferencia Episcopal Española, la vergüenza anegaría a toda la Iglesia
Si se pudiera contar lo que cuentan los informes oficiales, que no son del Obispado, sino de la Conferencia Episcopal Española, la vergüenza anegaría a toda la Iglesia. Hay lugar para el perdón pero no hay lugar para la soberbia, para la venganza, para la manipulación, para las maniobras orquestadas en la impunidad del anonimato, cuando son tantos los yerros e imperfecciones marcadas por la corrupción que también salpica a hombres y mujeres de Iglesia en Zamora. Como dijo el Papa Francisco: "la corrupción es una ciénaga, es la destrucción de la persona humana. ¿Y en la Iglesia hay corrupción? Sí, hay casos de corrupción en la Iglesia. Siempre los hubo. Hombres y mujeres de Iglesia entraron en el juego de la corrupción". Los corruptos lo saben bien.
Con un "canto" en las narices deben darse los deshonestos, por la decisión del Obispo de llevar con prudencia y sin dar tres cuartos al pregonero, los casos que les han apartado de sus gestiones en algunos casos de privilegio. Prudencia que ha llevado aparejado un inmenso dolor.
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