Opinión | CuZeando en la ciencia
Ciencia en barro
OPINIÓN | El barro con el que está hecho el botijo no está barnizado por fuera, eso hace que el agua del interior se filtre poco a poco hacia el exterior, donde se evapora

La Feria de la Cerámica y la Alfarería.
Acaba de terminar la Feria de la Cerámica en Zamora, y entre cazuelas, fuentes y piezas decorativas, no pude evitar fijarme en un clásico que pasa desapercibido para muchos. Hablo del botijo. Parece un objeto de otra época, de cocina vieja o terraza de pueblo, pero su funcionamiento tiene una lección de física que todavía no ha sido superada por ninguna botella de plástico ni por la típica nevera portátil de camping.
El botijo enfría el agua. No es que la conserve fría como haría un termo. La enfría activamente, y lo hace sin electricidad, sin baterías, sin partes móviles. Todo gracias a una idea tan simple como ingeniosa: la evaporación.
El barro con el que está hecho el botijo no está barnizado por fuera. Eso hace que el agua del interior se filtre poco a poco hacia el exterior, donde se evapora. Y cuando el agua se evapora, necesita energía: la toma en forma de calor del propio botijo. Eso enfría el recipiente, y por tanto, enfría también el agua de dentro. Cuanto más calor hace fuera, más agua se evapora… y más enfría. Es, paradójicamente, un refrigerador que funciona mejor cuanto peor está el día.
Funciona exactamente igual que el sistema de sudoración de nuestro cuerpo. Cuando sudamos, ese sudor se evapora en la piel y nos ayuda a perder calor. El botijo hace lo mismo, pero sin músculo, sin piel, sin órganos. Solo arcilla y física.
¿Y qué tal lo hace? Sorprendentemente bien. En condiciones de calor seco y algo de aire, puede bajar la temperatura del agua unos 10 o 15 grados respecto al ambiente. Un botijo a pleno sol puede dar agua fresca, mientras una botella de plástico se vuelve casi inutilizable en menos de una hora. Y una nevera portátil, si no lleva acumuladores de frío o hielo, es básicamente una caja cerrada que conserva el calor casi igual que lo haría una mochila. Es decir, un botijo en una terraza a 35 grados puede ofrecer agua a unos 20ºC, con un frescor mucho más natural que el hielo artificial.
Esto convierte al botijo en una solución real para lugares donde no hay acceso a electricidad. En zonas rurales, campamentos o cualquier sitio donde refrescar el agua sea un problema, el botijo sigue funcionando con una fiabilidad que ya quisieran muchas tecnologías modernas. No emite, no consume, no contamina. Se hace con materiales locales y puede durar años.
Lo más curioso de todo esto es que no estamos hablando de algo nuevo. Este sistema de refrigeración evaporativa lo hemos tenido en casa desde hace siglos, y lo entendían perfectamente los abuelos sin necesidad de estudiar física. Hoy, con toda la ciencia a nuestro alcance, cuesta entender cómo hemos dejado de lado estas soluciones tan sencillas y tan efectivas.
En la próxima Feria de la Cerámica, en lugar de buscar solo lo bonito, merece la pena pararse un momento y mirar cómo un botijo puede enseñarnos una forma distinta y más lógica de refrescarnos. A veces la ciencia no está en un laboratorio, sino en una mesa de barro al lado del Duero o en un taller de Pereruela, esperando a que la redescubramos.
Suscríbete para seguir leyendo
- Preocupación entre los comerciantes de Zamora por la implantación definitiva de la ZBE
- Un autobusero sin carnet, un positivo en cocaína y farolas destrozadas en Zamora: ¿qué ha pasado?
- Familiares de Diogo Jota dejan flores en el lugar del accidente, en la A-52 a la altura del municipio zamorano de Cernadilla
- Renfe, en sus trece : 'Los viajeros crecen un 46% en Zamora al reorganizar los servicios
- La otra actuación de la orquesta Panorama cerca de Zamora
- Las motos se suben al tren
- Aitana y Plex confirman su relación en Zamora: la pareja, de visita por Toro
- Adif pone fin al cuello de botella con la segunda vía del AVE de Zamora a Madrid en otoño