Opinión | Zamoreando

En lo bueno y en lo malo

OPINIÓN | En la prosperidad, en los tiempos de bonanza económica y social, hay que ver la de amigos que se suben al carro que conducimos

Santos Cerdán.

Santos Cerdán. / EFE

En la prosperidad, en los tiempos de bonanza económica y social, hay que ver la de amigos que se suben al carro que conducimos. En cuanto vienen mal dadas, huyen como las ratas del barco que naufraga. Cierto es que un amigo es un tesoro de valor incalculable. Pero, ¿Cómo se calcula si en verdad se trata o no de un verdadero amigo? Lo digo, mire lo que son las cosas, pensando en Santos Cerdán, ese tipo que duerme en la cárcel de Soto del Real y que hasta hace cuatro días, tenía mogollón de amigos que no sólo ponían la mano en el fuego por él, sino que lo consideraban un hombre probo, un excelente socialista y un inmejorable político.

Desde que se hizo público que Cerdán no era ese dechado de perfección socialista que pregonaban desde el número 1 hasta el último número, la Unidad de Quemados de Moncloa ha cerrado la planta y ahora, los de la mano en el fuego, se dedican a pedirle a Cerdán que colabore con la Justicia añadiendo, como ha hecho María Jesús Montero, que esa persona no es del Partido Socialista, bueno, ni del Gobierno, vamos, que ni siquiera ha existido.

Cerdán ha pasado de tocar el cielo con la punta de los dedos, a abrasarse en las llamas del infierno de la indiferencia y del olvido. Sus otrora amigos no quieren saber nada del navarro. No deja de ser sorprendente, a sabiendas de que conocían lo que ocurría en el entorno del trío calavera: mujeres, mordidas, en definitiva corrupción de la gorda. Todos iban a gusto en la burra hasta que la UCO los hizo caer de la montura.

El de Cerdán es uno de esos casos en los que se demuestra la poca consistencia de las amistades que te aúpan para luego dejarte caer. Por lo menos, cuando el PSOE era socialista de verdad y gentes como Vera y Barrionuevo ingresaron en la prisión de Guadalajara para cumplir una condena de 10 años por el secuestro de Segundo Marey, todos los compas, Felipe González incluido, les acompañaron hasta las puertas de la mismísima cárcel. Patxi López era uno de ellos. Pero, claro, este Patxi no es aquel que cargaba con los féretros de los compañeros muertos a manos de ETA. Aquellos estaban en lo bueno y en lo malo. Estos de ahora, sólo en lo bueno. n

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