Opinión
Los aborrecidos
OPINIÓN | Y todo fue por una Agenda loca que bailaba sola hasta el amanecer, que canta Andrés Calamaro

Gallinas. / / PIXABAY
Me cuenta mi amigo Pedro, gallego de Vigo y urbanita orgulloso de serlo, aunque ya se está iniciando en el fascinante mundo rural en A Teixeira, una aldea de Pontevedra, por si el colapso de nuestra civilización llega antes de lo previsto, una conversación que ha escuchado en el ultramarinos de su barrio y que no acaba de comprender.
Una paisana le contaba a otra que había comprado unas gallinas kikas que ponían menos huevos, pero que las prefería a las otras, las rojas. El bueno de Pedro no entendía como alguien elige comprar gallinas que ponen pocos huevos, y por eso recurría a la Sibila.
Le explico que las gallinas kikas o las gallinas zamoranas, las negras, son razas autóctonas. Razas de toda la vida, que se han ido abandonando en favor de las gallinas híbridas, modificadas genéticamente para poner huevos todos los días, siempre que se las alimente a base de pienso compuesto.
Son las mismas gallinas industriales que salen en la tele, las gallinas de las factorías del huevo. Las mismas, para las que se solicita a la Unión Europea que prohiba las jaulas y se las deje vivir en libertad sobre el suelo. Como los pollos de engorde ultra rápido.
Por eso cuando alguien decide montar corral casero con gallinas, opta por kikas, negras zamoranas o las diferentes variedades de razas autóctonas que existen en nuestro país. Menos huevos, sí, pero de mejor calidad. Más saludables.
Lo mismo sucede con el resto de los animales destinados a la función ganadera. Más vale defender lo autóctono, lo de toda la vida y no las nuevas razas creadas en un laboratorio. En el intrigante mundo ovejuno, entre otras, junto con la churra, la merina y la ojalada, la oveja castellana blanca y negra, aquí llamada zamorana, lleva toda la vida entre nosotros.
No será tan productiva ni generará una montaña de dinero como la oveja INRA 401, pero es un animal agreste, recio, que se adapta a cualquier tipo de suelo y clima, aprovecha monte bajo, zona de alta montaña, hasta tierras baldías y como no, la llanura mesetaria.
Es prolífica, tiende a partos múltiples y tiene leche de sobra para alimentar a tanta cría. Y para que el próximo 18 de julio, día grande de Santa Marina, patrona de Prado de Campos, pastores y no pastores puedan comer las famosas natillas hechas con leche de oveja.
Pros y contras. Como todo en esta vida, no es un dechado de virtudes. Y quién lo es. Busco al hombre, o a la oveja, que diría Diógenes el cínico. Buena para unas cosas, mala para otras. Tiene instinto maternal, pero no siempre. A la oveja castellana, por lo que sea, en ocasiones le da un aire de esos y aborrece a una de sus crías. Al cordero. O a la cordera. Al negro. O al blanco. Lo aborrece y lo rechaza. No lo reconoce, y no lo deja mamar. Lo pega, lo pisotea, no duda en dejarlo morir de hambre, y llegado el caso se tumba encima y lo aplasta.
Lo mismito mismo que sucede con España, esa mala madre con algunos de sus hijos. Y a los zamoranos nos ha tocado ser esos corderos a los que se aborrece y no se deja mamar. Somos los aborrecidos. A los que cuando a Iberdrola se le retuercen los cuernos, deseca los pantanos y deja a toda la comarca sin suministro de agua.
A los que se nos hace una estación de AVE en la que no para el tren.
Los aborrecidos, a los que se nos vende la moto de que el incendio de la sierra de La Culebra fue por culpa del cambio climático. Un cambio climático que provoca años de pertinaz sequía, aumento de las temperaturas e incendios de sexta generación. Pero un cambio climático que no obligó a que la Junta modificara ni un ápice su protocolo anti-incendios. Ni activándolo antes, ni prolongándolo por más tiempo. Eso exigiría gastar más dinero público, y en esta España camisa blanca de mi desesperanza, el dinero público se dedica a menesteres púbicos.
Como cuando la pastora harta y muy jarta, agarra a la oveja mala madre, y la sujeta por la fuerza para que la desgraciada cría pueda mamar. Del mismo modo, los zamoranos aborrecidos no han recibido una indemnización compensatoria justa por haberlo perdido todo como consecuencia de los terribles incendios del 2022. Sólo migajas.
Igual que la milonga del hidrógeno verde y el biogás. Y todo fue por una Agenda loca que bailaba sola hasta el amanecer, que canta Andrés Calamaro. O algo así. Europa ha abandonado el proyecto de autobuses y vehículos que se mueven con hidrógeno verde, porque no disponen apenas de autonomía, y para su producción se requiere quemar combustibles fósiles.
Mientras, el mega-proyecto de una Zamora vacía de gente y rellenada con hidrógeno verde y biogás, subvencionado con el dinero de todos para implar la cuenta corriente de la industria energética sigue adelante. Lo llaman desarrollo sostenible, transición ecológica, y no lo es. Es negocio.
Los mariñeiros hablan de la mar, las pastoras hablamos de la calor. Al mar no hay que tenerle miedo, respeto sí. No se puede pelear contra el mar, hay que estudiarlo y adaptarse a sus reglas. Lo mismo sucede con esta insufrible calor. Ay, de aquellos aborrecidos que no adapten sus viviendas a la calor extrema y que no llenen el corral con árboles, alerta la Sibila.
Ay, de las pastoras que no encierren el rebaño en casa guareciéndolo a la sombra en estos días de canícula salvaje. Ay, de esos consejeros emperrados en subvencionar giga-proyectos de plantas de biomasa, para así quemar los bosques zamoranos, y leoneses, que deberían convertir estas aborrecidas tierras en refugio climático. Advertencia de la Sibila, segunda parte.
Un brutal argumento de autoridad para poner el The End: duras palabras de Antonio Turiel, leonés y otro aborrecido de pro, con las que acusa a las administraciones públicas de ser los responsables de todas las víctimas civiles que se lleve por delante el caos climático creciente. La Ciencia evidencia, los políticos conocen las previsiones y no hacen nada. Veredicto: culpables.
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