Opinión

El imposible olvido

OPINIÓN | Después de años de persecución, de tantas vejaciones sufridas sin haber cometido delito alguno, de tantos chistes groseros, de tantas humillaciones, los colectivos homosexuales comenzaron a rebelarse justamente

Bandera LGTBI.

Bandera LGTBI. / / MARCEL VIDAL

Sentada en aquella terraza y observando cómo se miraban se les veía felices. Dos personas afortunadas, pensé.

Era una tarde fría donde la gama de colores en el horizonte iba cambiando con extraordinaria belleza.

Al contemplarlos, tan juntos en aquel banco de una ciudad cosmopolita, tolerante y sabia imaginé cuántas historias trágicas estaban siendo vengadas en silencio por la ternura de sus caricias.

Dos adultos que, en su adolescencia, soñaron con príncipes azules, pero regresaban de madrugada a sus casas, dejando tras de sí un rastro de deseo y soledad. Obligados a esconder su amor tras muros de miedo, refugiados en los rincones donde el secreto se vuelve ley.

La percepción que el mundo ha tenido sobre la homosexualidad ha variado ampliamente entre las culturas, con el paso de los siglos. En algunas se consideró una rareza sin importancia; en otras, un comportamiento vergonzoso. En ciertos contextos, incluso fue vista como una práctica asociada a la valentía de los guerreros.

En la Grecia clásica, por ejemplo, se criticaba duramente al varón homosexual pasivo, por adoptar lo que se consideraba un rol femenino, algo visto como una degradación. Los romanos, por su parte, otorgaban relevancia jurídica al sexo solo cuando estaba vinculado a la maternidad.

Con la llegada del cristianismo, el juicio moral se endureció: la homosexualidad fue considerada antinatural y, por tanto, pecado. Pero la condena no se detuvo ahí. La conducta pasó a ser vista como un crimen. Y más adelante, como una enfermedad.

Después de años de persecución, de tantas vejaciones sufridas sin haber cometido delito alguno, de tantos chistes groseros, de tantas humillaciones, los colectivos homosexuales comenzaron a rebelarse justamente. Así nació un movimiento de reivindicación que exigía el reconocimiento de derechos fundamentales.

Gracias a esa lucha, y con el paso del tiempo, la homosexualidad en España ha dejado de ser una conducta perseguida, avergonzada y condenada, para convertirse —al menos en parte— en una vivencia aceptada con naturalidad. Sin embargo, aún persiste una sociedad hipócrita, obsesionada con averiguar, juzgar y condenar al compañero de cama.

La historia de la homosexualidad es amarga y confusa: una maraña de hechos, normas, prejuicios, miedos, venganzas, deseos, odios, injusticias y todo tipo de argumentos.

Pensaba en todo esto mientras los miraba por última vez. Y pude comprobar cómo esos dos hombres, sentados en aquel banco, tejían con sus manos una historia nueva: una historia escrita con esperanza, ternura y dignidad.

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