Opinión | Buena jera
¿Dónde vamos a las 5,01?

Los vecinos disfrutan de la última verbena popular alistana de este año. | Ch. S.
En muchos pueblos anda el personal revuelto con eso de que a las 5 de la madrugada hay que cortar todo festejo que se precie, léanse verbenas, desenjaules y demás. En otros lugares, el cabreo ya pasó porque se han acabado las fiestas y hasta el año que viene si Dios quiere. ¿A qué se debe tamaño celo de nuestras autoridades para marcar las 5 en punto como hora tope para la diversión nocturna? No se sabe El asunto tiene su origen en una norma de la Junta de Castilla y León del año ¡¡¡2010!!!, pero comenzó a aplicarse de manera drástica en el 2024. O sea, catorce años, catorce, de espera. Ya sabemos que las cosas de palacio van despacio, pero, hombre, tanto, tanto. No falta quien asegura que la restricción comenzó a funcionar en el 2024 para echarle la culpa a Pedro Sánchez. ¿Por qué tiene que acabarse el baile a las 5? Órdenes de Pedro Sánchez que ya no sabe en qué dar con tal de jorobarnos. No sé yo qué base tiene esta acusación, pero como decía el Guerra, hay gente "pá tó".
Al parecer, la citada, veterana y, hasta el 2024, inútil normativa se dictó para hacer compatible las ganas de diversión de unos con el deseo de descansar de otros. Como motivación, está muy bien. Jamás se aprueban leyes o reglamentos para fastidiar a los ciudadanos (al menos, esa no es la intención), pero la aplicación es muy otra cosa. Hace varios años, en un pueblo que conozco bien una familia originaria del lugar se quejó públicamente de que el bullicio de las peñas en las noches festivas no le dejaba dormir. "Es que hemos venido de Madrid a descansar al pueblo y no podemos", decían. Enseguida hubo réplicas: "Pues, si queréis descansar venid en invierno y no sentiréis ni un ruido; no anda nadie por la calle; si cuando hay gente, en las fiestas, no podemos ni cantar, apaga y vámonos".
Me imagino que anécdotas similares se han producido, y producirán, en muchas localidades zamoranas, que, con la llegada del verano, se aprestan a recibir a centenares de forasteros, la mayoría hijos del pueblo, que retornan una temporada a su patria chica. Y los días de fiesta, a las 5,01 minutos, ¿qué harán?, ¿dónde irán? Esta pregunta abundará por doquier. Me temo que no hay respuesta.
Las autoridades competentes continúan tirando balones fuera. Vean, si no, el argumento, casi de Pero Grullo, usado por el señor delegado de la Junta de Castilla y León en Zamora, Fernando Prada: "La norma es la que es". Filosofía pura. Metafísica profunda. Oiga, don Fernando, y hasta el verano del 2024, ¿la norma era la que era o la norma iba y venía del ser al no ser, de lo tangible a lo iluso, de lo abarcable al humo? Además, quien hizo la norma y la tuvo catorce años en el museo de los errores-horrores bien puede hacer la contraria si le viene en gana. Los dictados de la Junta no son la Biblia (aunque algunos parezcan la biblia en verso) y, por consiguiente, pueden modificarse, cambiarse o anularse. Eso es, precisamente, lo que ya han reclamado bastantes alcaldes y concejales que ven como la dichosa norma perjudica al desarrollo de sus fiestas y les obliga a alterar el programa. Al parecer, se llegó a un principio de acuerdo con las autoridades zamoranas para flexibilizar la disposición y permitir libertad de horario siete días al año, que serían fijados por cada ayuntamiento. Pero una cosa es el dicho y otra, el hecho. Las palabras se las lleva el viento y, sin papeles ni órdenes al respecto, vaya usted, señor alcalde, a decir a la Guardia Civil que vigila los horarios que tiene el permiso de no sé cuantos delegados para brincar de las 5. Le sancionarán y reclamaciones al maestro armero.
Y es que en los pueblos empieza el personal a hartarse de que para cualquier festejo, sobre todo de toros, hagan falta sesenta mil permisos y soltar pasta a tutiplén, pero para cerrarte las verbenas basta con aplicar una norma de hace tres lustros que, hasta el año pasado, ni en la Junta sabían que existía.
Sí señor: así se da vida a los pueblos; así se lucha contra la despoblación. Ahora bien, cuando ya no quedemos nadie, seguirán pidiendo papeles. Es la norma, claro.
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