Opinión

Descarrilamiento del PP en la estación de tren de Zamora

OPINIÓN | "Próxima estación, esperanza" Con Z de Zamora: Luchamos para vencer: ¡Sí pararán!

Manifestación en contra eliminación paradas Renfe en Otero

Manifestación en contra eliminación paradas Renfe en Otero / Jose Luis Fernández

Mi padre era factor de la Renfe en la ciudad de Zamora cuando la empresa estatal era respetada por el servicio que prestaba en toda la provincia, y por la cantidad de puestos de trabajo con los que contaba para poder hacerlo. Soy hija, nieta y hermana de tres familiares trabajadores de la Renfe. Y hasta que tuve mi primer trabajo, fui usuaria del kilométrico que nunca se gastaba del todo para poder viajar gratis; eso sí, con la norma de mi padre de ceder el asiento a los viajeros que pagaban el billete cuando no había plaza para ir sentados todos los viajeros. Una norma que mi padre decía que era de la empresa, pero que mi madre ponía en duda que la cumplieran los demás cada vez que uno de sus hijos pequeños, cansado por el viaje y los trasbordos, estaba obligado a salir al pasillo y continuar en pie hasta que se apeaba alguien en la próxima estación, de la que alertábamos desde la ventanilla cuando llegaba –y paraba por supuesto ¡no como ahora!– para buscar un sitio.

Si cuento mi currículum ferroviario no es porque esté orgullosa de él como de la honradez de mi padre –que por supuesto lo estoy– sino para explicar desde mis recuerdos de infancia ferroviaria cómo se vivía la gravedad de un descarrilamiento, que era como se llamaba este accidente cuando el tren se salía de la vía.

Pues bien, hace unos días descarrilaba el PP en la estación de Zamora. Fueron sus diputados en las Cortes Generales los que enfrente de la preciosa estación se salían del raíl de la vía de la unidad en la defensa de las paradas del AVE en Sanabria, para acusar alAyuntamiento de Zamora y sobre todo a su alcalde de querer llevar la locomotora del "rédito político". Apeados del tren que conduce la Mesa Ferroviaria de Zamora, proponían subirse a otro tren conducido por la Diputación.

Era oír a mi padre que había habido un descarrile y tenía que ir a trabajar o prolongar su jornada de trabajo, y en casa nos poníamos todos en alerta esperando las consecuencias, que podían ser terribles. Hasta que nos tranquilizaba en cuanto podía: "no ha habido muertos ni heridos, sólo daños en vagones o vías". O bien, aunque muy pocas veces por suerte, volvía con la cara pálida, el cuerpo descompuesto y las lágrimas asomando en su triste mirada, porque: "Laurita (mi madre), no me preguntes, podía haber sido peor porque había niños pequeños también". Un recuerdo de cuando se derrumbó la marquesina de los andenes en el año 1.969, aunque no fuera un descarrilamiento.

Enseguida saltó la alerta ante tal descarrilamiento del partido con mayoría en esta provincia, pero pronto pudimos tranquilizarnos porque no era el tren el que descarrilaba sino que se trataba de un descarrile mental: ni el alcalde ni el Ayuntamiento conducen la locomotora, sino que lo hace la mesa del tren, promovida inicialmente por los usuarios habituales del AVE, que son los maquinistas de la locomotora. A esa mesa se han sumado los vagones de las instituciones, las organizaciones sociales, los partidos políticos también, y los ciudadanos que eligen el furgón donde subirse para llegar al destino. No había víctimas.

"Basta con que un solo vagón se salga de la vía para que descarrile todo el tren", nos explicaba mi padre cuando ya había pasado todo. Por eso tienen que estar en buenas condiciones para garantizar la seguridad y el éxito del viaje, que es llegar juntos, sanos y salvos al destino.

Pues esta vez, papá, ni siquiera han conseguido que vuelque el vagón en el que estaban subidos los diputados del PP. Instituciones gobernadas por la derecha continúan con el vagón enganchado. Y la propuesta de conducir la Mesa del Tren desde la Diputación ha sido descartada por su maquinista Faúndez, que prefiere continuar por la vía de desgastar al Gobierno de Sánchez y Puente, pero sin desengancharse del tren ni ser el maquinista de la Mesa del Ferrocarril que conducen los usuarios afectados directamente por la falta de paradas.

Cuando un tren descarrilaba se movilizaban todos los medios de los que Renfe disponía en la provincia o en otras cercanas para atender a los viajeros, reparar las vías, apartar los vagones que estaban volcados y dañados, enganchar una locomotora nueva si hacía falta para remolcar, y continuar el viaje hasta una estación donde pudieran repararse los daños.

Y eso es lo que han hecho todos los medios de la provincia y de otras cercanas desde que se inició el viaje a la esperanza de que se repongan las paradas en Sanabria, el tren madrugador, otros trenes de media distancia, y hasta la Ruta de la Plata en la que iba a venir a Zamora un tal Aznar cuando fuera presidente de la comunidad, después de haberla cerrado un tal González que lo era de España. Pese a los intentos de descarrilar, se han reparado los daños. Hasta los verbales.

El riesgo que se corre es que con todos los vagones en marcha, alguien continúe boicoteando desde dentro al grito de "más madera", como hacían los hermanos Marx en la película del Oeste, en la que el tren seguía en marcha a costa de quemar la madera de los vagones; es decir, a costa de perder vagones y llegar sólo los subidos en la locomotora.

Pero no cuentan con que la mesa ferroviaria de Zamora es anterior al último enganche de vagones AVE o Avlo. Que llevan años defendiendo todos los trenes perdidos. Y que tienen un curriculum ferroviario mayor que el mío: intelectual, medioambiental, razonable, sostenible, necesario... y sentimental.

Tampoco cuentan con que hay movilizaciones ciudadanas que siguen las reflexiones de un tal León Felipe al que nacieron en esta provincia, en Tábara. Y que por ello los zamoranos van ahora: "Con las riendas sueltas y refrenando el vuelo, porque no es lo importante llegar solo ni pronto, sino llegar con todos y a tiempo". Una reflexión que dedico especialmente al alcalde de Vigo que tiene prisa por llegar solo, y a quienes le apoyan para que no lleguemos todos, y con retrasos en vez de a tiempo.

Y con el billete más caro del trayecto, en la provincia más pobre del recorrido.

Porque además contamos con personas como Pablo que tienen kilométrico como el de la Renfe de cuando yo era pequeña: personas que han recorrido los caminos de la lucha y la reivindicación del tren, gratis, y haciendo kilómetros de solidaridad que nunca acaban de gastarse.

Hay otras que descarrilan de vez en cuando. Pero que acaban subiéndose al tren: "Próxima estación, esperanza". Con Z de Zamora.

Luchamos para vencer: ¡Sí pararán!

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