Opinión
Un hombre, un actor, una personalidad arrolladora
"Brando no era un actor de elevada estatura, pues solo superaba unos pocos centímetros el metro setenta"

FILES USA MARLON BRANDO BIRTHDAY
Pocos actores podrían presumir de tener una personalidad tan arrolladora como la suya. Un físico envidiado por los hombres y deseado por las mujeres. Una mirada que traspasaba a poco que fijara en alguien aquellos ojos azules grisáceos. La primera película en la que descubrí a este actorazo fue "La ley del silencio", dirigida por Elia Kazan, que contó con compañeros de reparto como Eva Marie Saint , Karl Malden, Rod Steiger y Lee J. Cobb, la élite del Hollywood de los años cincuenta y "sesenta" del siglo pasado. Pongamos que hablamos de Marlon Brando. Por entonces Brando tenía unos espléndidos treinta años y se comía la pantalla, literal y físicamente hablando. Interpretaba el papel de un muchacho que arrastrado por las circunstancias había sido adsorbido por una red mafiosa que explotaba a los estibadores del puerto. El amor surgido de su relación con la hermana de una de las víctimas de aquel clan hizo que se enfrentara a ellos en una lucha desigual.
No fue hasta algunos años después cuando volví a ver a Brando, en un momento en que el gran actor tenía una convivencia de permanente enfrentamiento con su cuñada (Vivien Leigh) en "Un tranvía llamado Deseo". Especialmente en aquella escena en la que Brando, con una camiseta de tirantes tostada por el sudor, dejaba entrever un aire de desprecio y provocación simultánea. Una escena para enmarcar, en la que decían más las miradas que las palabras. La mirada del rostro de Brando resultaba impenetrable, de la misma manera que la única película que dirigió a lo largo de su vida: "El rostro impenetrable". Una peli que había empezado a dirigir el mítico director Stanley Kubrick, y que, por desavenencias con Brando, fue sustituido por el icónico actor. En este filme compartió pantalla con Karl Malden, con quien ya había trabajado en "La ley del silencio".
"Viva Zapata" fue un filme inolvidable, a las órdenes, otra vez, de Elia Kazan que narraba la vida del revolucionario mexicano Emiliano Zapata, en ese afán del realizador para dejar huella a base de hacer cambios en aras a conseguir una sociedad próxima a la utopía. En esta ocasión tuvo, nada menos, que a Anthony Quinn a su lado.
En contra de lo que pudiera pensarse, Brando no era un actor de elevada estatura, pues solo superaba unos pocos centímetros el metro setenta. Eso sí, disponía de un cuerpo fibroso con musculatura natural y proporciones de escultura griega. Dicen sus biógrafos que era un practicante del método Stanislavski y que frecuentaba el Actor´s Studio, pero lo cierto es que sus interpretaciones le salían de su interior, por lo que no tenía necesidad de recurrir a técnicas de laboratorio. A Brando lo llegaron a imitar muchos actores como Jack Nicholson, Paul Newman, Al Pacino, y Sean Penn, entre otros, pero, aunque llegaron a ser grandes intérpretes no consiguieron igualarle.
Egocéntrico, hedonista y salvaje, Marlon Brando este año habría cumplido 101 años, una cifra especial, como era él, una cifra capicúa. Discutido y discutible, seguirá llenando siempre la pantalla a pesar de sus detractores
Todo esto viene a cuento de que ayer tuve la oportunidad de ver, en uno de los múltiples canales televisivos, una película de Brando que se me había escapado. Se trataba de "Don Juan de Marco". Un filme de los denominados "de culto", de esos que generalmente han tenido poca taquilla y los críticos no lo han valorado lo suficiente, pero que los aficionados al cine lo veneran por sus controvertidas cualidades. Rodada en 1995, cuando el actor tenía 71 años, y acompañado por Johnny Depp, apenas con 29 años, fue producida por Coppola. En los planos largos el cuerpo de Brando ya no era aquel de sus primeras películas, ya que en este rodaje era portador de la friolera de ciento cincuenta kilos, según sus biógrafos debido a la bulimia que padecía. Su aspecto era similar al de un ojáncano con andares de oso, un cuerpo con una obesidad casi mórbida, que mostraba una imagen deforme de arriba abajo y de derecha a izquierda. Pero en los primeros planos brillaba como siempre porque no en vano tenía una cabeza bien armada y un rostro privilegiado que le permitía transmitir todo tipo de sensaciones. Mientras veía la película no pude por menos de recordarlo encarnando a Marco Antonio, pronunciando aquel discurso funerario, en la escalera del senado romano, tras el asesinato de "Julio Cesar" que hizo con Mankiewick, adaptando la obra de Shakespeare. Y como Christian Fletcher en "Rebelión a bordo" acompañado de Trevor Howard. Y como un hombre con problemas existenciales en "El último tango en París", filme pleno de una fuerte violencia verbal y sexual, que dirigió Bertolucci. Y como Don Vito Corleone en "El padrino", una de las mejores películas de la historia del cine, por obra y milagro de Coppola. Y como cualquier otro de sus filmes. Y es que al igual que "pueden más dos tetas que mil carretas", también pueden más "dos primeros planos de Brando que mil de los demás actores".
Según sus propias confesiones, en su azarosa vida llegó a tener relaciones con personas de los dos sexos. En el bando masculino con James Dean, Burr Lancaster y Montgomery Clift, y en el femenino con Marilyn Monroe, Ava Garner y Grace Kelly, ente otras muchas figuras de Hollywood. "A más a más" - que dirían los catalanes - de sus tres matrimonios.
Egocéntrico, hedonista y salvaje, Marlon Brando este año habría cumplido 101 años, una cifra especial, como era él, una cifra capicúa. Discutido y discutible, seguirá llenando siempre la pantalla a pesar de sus detractores.
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