Opinión | Al grano

Buena cosecha, más pérdidas

El campo vive envuelto en una paradoja infinita. Los que gestionan la PAC se han vuelto tarumbas

Un agricultor cosecha una parcela de cereal en la provincia de Zamora. | J. L. F.

Un agricultor cosecha una parcela de cereal en la provincia de Zamora. | J. L. F.

El verano amarillea en los campos cerealistas ya agostados que esperan, temblorosos, la llegada de la máquina cosechadora que los convierta en polvo, paja y grano. Las cebadas, amanzanadas, y los trigos, amembrillados, miran al cielo como sus dueños: que allí en aquella esquina del firmamento hay una mierda de nube blanquecina que nos va a joder. Y si no lo hará el comprador que abonará precios de miseria, los mismos que se pagaban hace veinticinco años. El solsticio de verano está a tiro de piedra y una vez que llegue la semana de San Pedro resonará una voz silente que marcará el inicio de la recogida de la cosecha.

Fue un buen invierno el pasado, que ayudó a que la semilla brotara impetuosa entre la justa humedad y las heladas volanderas. Mejor aún la primavera con un marzo altivo y criador donde se desataron los candados de las nubes, un abril seminal y un mayo ajustado que solo se desparramó una semana de calor asfixiante. La cosecha que alumbra en los campos es de las que hay que señalar en rojo. ¿Y qué? Llenará almacenes y silos de otros, mientras los cerealistas se quedarán con la bucheta aún más vacía, que vender a pérdidas está de moda y callarse es manía de agricultores.

¿Qué cariño se puede tener a aquel oficio en el que se siempre vendes a la baja? Ninguno, claro. Pues sí, oye, misterio parece y milagro es porque ocurre, año tras año. Cuando la cosecha es abundante los precios se desploman y cuando es exigua, también, que las cotizaciones se marcan, dicen, en la Lonja de Chicago y allí se juega con los precios a futuro. O sea, siempre en caída, que hay que llenar las buchetas de quienes más tienen. Y los cerealistas llega el otoño y vuelven a sembrar, ¿alguien lo entiende?

Y sea por costumbre o por cabezonería, en noviembre comienzan, cada año, a verdear los campos y da igual que el hijo esté vendiendo el grano al mismo precio que el padre, casi que el abuelo, o que la cosecha esté ahí y solo alguna vez entre muchas, como ocurre este año, sea abundante. O sea que en esta ocasión las pérdidas serán mayores porque, claro, lo que sí se ha disparado ha sido el precio de abonos, fertilizantes y energía. ¿Alguien lo entiende?

Habrá un día (¿o no?) que los productores de materias primas se cansarán de hacer el primo y abandonarán en masa el sector. Para entonces la PAC ya habrá triunfado y habrá elevado a los altares a los terratenientes. Agricultores y ganaderos sobrantes se pondrán a competir con la IA en busca de trabajo. ¡Sálvese quien pueda y a quienes están programando la Política Agrícola Común que los pongan bajo palio! ¡Santos, qué son unos santos!

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