Opinión
AVE no, gracias
"El tren de alta velocidad no para, o para cada vez menos, en el corazón, que es el que suministra la sangre"

Manifestación en Zamora contra la supresión de paradas del AVE.
Este mensaje no llega veinte años tarde, llega cuando ya el tren de alta velocidad ha demostrado ser lo que sospechábamos, un simple mecanismo para hacer crecer la economía de las grandes ciudades en detrimento de las zonas interiores.
No es casualidad que cada vez haya más gente sin posibilidad de vivienda tanto en Vigo como en Madrid, como tampoco es casualidad que las luces del alcalde Caballero no sean capaces de iluminar la subida de los precios de alquiler a causa, precisamente, de las escasas horas que tardan en llegar los trenes. ¿O es que alguien pensaba que el aumento imparable del turismo rápido que permite desayunar en Chamartín, hacer una visita a última hora de la mañana al puerto de Vigo, pasar por la playa de Samil, supervisar al atardecer las obras de destrucción del casco histórico en el Barrio del Cura y quedarse en un piso turístico barato por la noche, para regresar al día siguiente, no iban a alterar los ritmos vitales de una ciudad con graves problemas de acceso a la vivienda desde hace años?
Pero sobre todo, y esto hay que decirlo despacio para que se entienda, no es casualidad que se estén proyectado decenas de pistas de pádel en toda la provincia de Zamora gracias a los ingresos que genera la alta velocidad, pero no ferroviaria sino de las macrorenovables asociadas a las subestaciones que atraviesan provincias engañadas y que se autoengañan. ¿De verdad alguien piensa a estas alturas que la función del caballo de Troya era transportar viajeros procedentes de Grecia?
Si alguien tiene dudas que mire todos los días los boletines oficiales. Se admirará de la interminable lista de territorios que pretenden ser expoliados en la provincia gracias a ese gran trabajo de espejismo que es la línea de alta velocidad que cruza, como espina dorsal de la energía eléctrica, el mapa de Zamora.
Nos quitaron el tren, no ya el tren que paraba en todas las estaciones sino el que nos permitía viajar desde Puebla a Galicia o a Madrid sin tener que sacar el billete con semanas de antelación
Pero regresando al meollo de la cuestión: nunca se debió permitir que la estación de Puebla fuera reemplazada en su servicio por una terminal marciana en Otero de Sanabria, y de esto tendría que dar cuenta no solo el alcalde de Puebla sino la Diputación Provincial y la Junta de Castilla y León. Nunca se debió permitir que se anulara el servicio del tren convencional que unía Rías baixas y Rías altas con Madrid pasando por Sanabria y otras comarcas zamoranas.
Y no se debió permitir porque una hora más o menos no va a ninguna parte, pero el cero absoluto sí es capaz de multiplicar todo y dar como resultado el cero de la vergüenza.
Quienes ahora se rasgan las vestiduras y claman al cielo piedad para un absurdo apeadero sin jefe de estación, sin taquilla, sin taxis y a varios kilómetros de un núcleo de población habitado por más de diez personas, deberían hacer memoria y preguntarse por qué ha pasado lo que ha pasado, pues el asunto no es que ahora haya menos trenes, es que nos quitaron el tren, no ya el tren que paraba en todas las estaciones sino el que nos permitía viajar desde Puebla a Galicia o a Madrid sin tener que sacar el billete con semanas de antelación y tras pedir el favor a algún anciano de los que todavía conducen que te saque o te traiga de la nada a la menos nada o de la menos nada a la nada; si bien esta última nada, que es la aldea en la que naciste será siempre la nada más hermosa del mundo.
Recordemos un dato. A través del Real Decreto 2396/2004, de 30 de diciembre, se aprueba el Estatuto de la entidad pública empresarial Renfe-Operadora, y en su Artículo 1., referido a su Naturaleza jurídica, se dice textualmente: «Renfe-Operadora tiene personalidad jurídica propia y diferenciada de la del Estado, plena capacidad jurídica y de obrar para el cumplimiento de sus fines, patrimonio y tesorería propios, en los términos establecidos en la disposición adicional tercera de la Ley 39/2003, de 17 de noviembre, del Sector Ferroviario, y en este Estatuto».
Han leído bien: personalidad diferenciada de la del Estado y con plena capacidad para el cumplimiento de sus fines. ¿Alguien me puede explicar quién votó a esta señora, es decir: Renfe?
Por otra parte, tenemos que admitir que la citada ley del Sector Ferroviario tiene como fin «garantizar un sistema común de transporte ferroviario en el territorio del Estado». Pero no es menos cierto que otros fines son, a su vez: mantener la unidad de mercado, la eficacia y la de promoción de la competencia de los servicios ferroviarios.
Sí, lo han adivinado, esto es como cuando leemos la Constitución y nos paramos en el artículo que dice que todos los españoles tienen derecho a una vivienda digna, pero sin caer en la cuenta de que este derecho está supeditado a otros que simplemente protegen la propiedad privada y la ley de la oferta y de la demanda.
El tren de alta velocidad se construyó generando un consumo energético exponencial y un impacto medioambiental terrorífico que se ha demostrado irreparable. Vayan a Pedralba de la Pradería o a Otero de Sanabria y comprueben si es verdad o no lo que digo. El tren de alta velocidad se construyó para ser competitivo y esto significa que no puede parar donde queramos. Las leyes de la física dicen que detener un tren a 270 km/ h. cuesta mucho, tanto en energía como en dinero. El tren de alta velocidad generó una deuda en las arcas públicas, que son las que finalmente asumen todos los costes de las obras públicas, como es lógico; una deuda que todavía seguimos pagando, sí, cómo no, a los bancos, también a los rescatados, a los fondos buitre y a tomadores de deuda como el Deutsche Bank, ese mismo banco que recientemente ha sido multado por la Comisión Nacional del Mercado de Valores con 10 millones de euros por no ser transparente.
El tren de alta velocidad une la cabeza (Madrid) con los pies (el izquierdo es Vigo) y siempre pasando por Santiago (que sigue siendo la capital de Galicia, mal que le pese a Caballero), y lo hace en cada vez menos tiempo. Pero el tren de alta velocidad no para, o para cada vez menos, en el corazón, que es el que suministra la sangre, es decir: los alimentos, la naturaleza y el aire limpio, y ahora también la energía renovable.
Reflexionen sobre esto último, señores alcaldes de la provincia antes de tirarse en brazos de cualquier empresa de generación de electricidad y no sean cómplices del abuso que de forma sistemática ejerce RENFE. Exijan, por el contrario, una comunicación real (por si no les gusta el adjetivo convencional) capaz de vertebrar la provincia con otras, y no solo con Madrid o la costa. Exijan, por ejemplo, que vuelva el tren de la Ruta de la Plata, sin ir más lejos.
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