Opinión | Religión

Santiago Martín Cañizares

Pobre fe pobre

RELIGIÓN | "Recibirá y tomará de lo mío y os lo anunciará" (Jn 16, 15).

Biblia.

Biblia. / Bárbara Palmero

Somos animales de costumbres. Los cambios en nuestras costumbres los acogemos con cautela y casi siempre cuando no queda más remedio. Tenemos una aclamación para protestar sobre estos cambios: "¡Siempre se ha hecho así!". Y es que, por desgracia, en el ámbito de la fe, para algunos estas costumbres son el sustento de su "pobre fe pobre".

Este adjetivo —pobre— ha sido usado como ejemplo en la enseñanza: cambiando la posición respecto al sustantivo le da un sentido u otro. No es lo mismo un "niño pobre", sin recursos económicos, que un "pobre niño", compendio de múltiples desgracias. El primero describe una falta económica o de otra índole; el segundo es un lamento por una situación injusta o desgraciada.

El evangelio de hoy nos invita a descubrir que el evangelio y, por extensión, toda la Sagrada Escritura no son los únicos cauces de la revelación: "El Espíritu de la verdad… os comunicará lo que está por venir… tomará de lo mío y os lo anunciará". El anuncio de las realidades del cielo no solo se contiene en la Sagrada Escritura, sino en la tradición viva de la Iglesia. Nos enseña el Concilio Vaticano II que los Apóstoles "en la predicación oral comunicaron con ejemplos e instituciones lo que habían recibido por la palabra, por la convivencia y por las obras de Cristo, o habían aprendido por la inspiración del Espíritu Santo" de forma que "esta sagrada tradición y la Sagrada Escritura de ambos Testamentos son como un espejo en que la Iglesia peregrina en la tierra contempla a Dios" (DV 7).

Desde hace unas décadas hasta hoy hemos acentuado teóricamente una necesidad de formación bíblica, litúrgica y doctrinal del pueblo de Dios. Sin embargo, cuando no lo conseguimos —a veces ni se intenta— estamos tentados a juzgar que los fieles no tienen una verdadera fe. Y es que no es lo mismo una fe pobre que una fe ignorante: porque la fe pobre, sin mucha formación, tiene un gran poso de confianza y esperanza en Dios; sin embargo, la fe ignorante, no lo es solo por una falta de formación, sino porque ignora que el centro de ella es Cristo y no las costumbres humanas a las que eleva al umbral de lo divino. Tampoco son lo mismo las costumbres (tradiciones) que la tradición de la Iglesia: porque las primeras son expresiones temporales de la fe —pobre o no— de un pueblo, mientras que la segunda es —con palabras del evangelio de hoy— comunicación y anuncio de la verdad eterna.

¡Pobre fe! si confundimos las tradiciones y costumbres con lo que el Espíritu nos comunica y anuncia de parte de Cristo.

Suscríbete para seguir leyendo

Tracking Pixel Contents