Opinión | Zamoreando
Los pinganillos
OPINIÓN | Nunca unos puñeteros pinganillos nos habían salido tan caros a los españoles.

XXVIII Conferencia de Presidentes en Barcelona. / GOBIERNO DE ASTURIAS
Los pinganillos serán todo lo importantes que usted quiera en la ONU, en el Parlamento Europeo, en las televisiones, allá donde se de una orden o se deba realizar una traducción simultánea para el mejor entendimiento entre el que habla y el o los que escuchan. Hasta ahí todo perfecto. Lo que es absolutamente surrealista es que en un país, pongamos que hablo de España, con una lengua común que todo el mundo entiende, una lengua que hablan más de trescientos sesenta y cinco millones de hispanoparlantes, con sus acentos y sus matices, un señor, pongamos que hablo de Sánchez, para complacer a sus socios de Gobierno, decida utilizar pinganillos en una reunión donde todos hablan el mismo idioma y tan solo una mínima parte, el dialecto de su comunidad autónoma.
Por eso no he entendido lo ocurrido en la reciente conferencia de presidentes autonómicos que se cerró con empate a cero, es decir, cero entendimiento. ¿A quién se le ocurrió lo de la traducción simultánea y por ende el uso del pinganillo? De nada sirvió. El entendimiento fue nulo, quizá por esa circunstancia. Cómo es posible que todos se entendieran en castellano a la hora del café o del almuerzo y una vez en la sala de reuniones tuvieron que disponer del pinganillo para tratar de dialogar. Pero, ¿en qué país vivimos?
Usar traducciones entre españoles es querer rizar el rizo. Lo que habitualmente viene haciendo el presidente del Gobierno de España. Ni los catalanes ni los vascos son extranjeros en España por mucho que catalanes y vascos nos consideren extranjeros, o extraños en sus feudos al resto de españoles. El problema es de catalanes y vascos. Es un disparate morrocotudo lo que han hecho en esa reunión. Hay cosas más importantes en las que invertir tiempo y dinero que en esa solemne majadería de las lenguas vernáculas. La bobadita ésta de los pinganillos en Pedralbes ha tenido un coste de 11.616 euros, que salen de nuestros bolsillos. A los que hay que sumar los 17 millones de eurazos que costó la implantación del sistema para la traducción de lenguas vernáculas en el Congreso desde que el Gobierno Socialista aprobó la medida.
Nunca unos puñeteros pinganillos nos habían salido tan caros a los españoles.
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