Opinión | Religión
Hasta el cielo, Javi
Recordaremos siempre lo que nos decías en la acción de gracias el día de tu ordenación en la catedral. Decías aquello del salmista: "¿Cómo pagaré al señor todo el bien que me ha hecho?

Javier Prieto frente a la iglesia de San Juan en Zamora. | JOSE LUIS FERNÁNDEZ
El mes de mayo suele ser un mes de luz, de mucho brillo, de muchas celebraciones. Las de este año todas quedan un poco eclipsadas por tu repentina marcha, Javi. En silencio, sorprendiendo a todos a los que nos dejas tremendamente conmovidos. Tu labor a lo largo del tiempo también se caracterizaba por ser efectiva en ausencia de ruido. Tu mirada, tu sonrisa, tu capacidad intelectual y tus dotes de escuchar (esa palabra que la acción del hombre hoy tanto denuesta), te hacían un tipo de un carisma extraordinario. Como dice Chus, de cierto ADN jesuita con quien tanto y bien colaboró.
La diócesis de Zamora pierde al último sacerdote que ordenó el pasado 22 de febrero, un activo extraordinario sí que encandiló desde Aliste a Toro allá por donde pasaste por tu buen hacer anunciando el evangelio como pastor, el objeto principal del ser cura. Te habían encomendado responsabilidades en la comunicación diocesana, cosa que también se te daba bien y que, además, había supuesto que estos últimos meses nos viésemos con frecuencia semanal por los estudios de Cope Zamora donde tu grababas la programación diocesana de la radio y yo el Ecce Homo, el podcast de Semana Santa en el que hubieras intervenido si este mes todo hubiera sido como lo teníamos planeado. Vivías cautivado por cómo se vive la Semana Santa de Toro, algo que descubriste este año.
Más allá de la impronta pastoral estas líneas quieren ser y hacer memoria agradecida hoy por haberte tenido, por haberte disfrutado, por tantas cosas que con tu sonrisa siempre nos enseñabas, en cada encuentro y en cada conversación. Porque en tu testimonio de vida nos dejaste la lección bien marcada, que bien se encargó tu padre de recordar en tu funeral, y a ella es a la que se me ocurre acudir para tratar de superar el duelo y la tristeza que nos deja tu marcha.
Dejaste todo lo que tenías porque sentiste que la felicidad estaba en seguir a Jesús. Anhelaste y perseguiste el sacerdocio y lo conseguiste —aunque haya sido corta la etapa presbiteral— el camino lo hiciste convencido de que tu felicidad era eso. Y es que de ese mensaje está la sociedad muy necesitada.
Recordaremos siempre lo que nos decías en la acción de gracias el día de tu ordenación en la catedral. Decías aquello del salmista: "¿Cómo pagaré al señor todo el bien que me ha hecho?". Planteabas que ojalá se pudiera decir de ti lo que nos llena de orgullo el poder decir de ti, que fuiste como Gandalf… por donde fuiste hiciste renacer las esperanzas de los hombres y nadie recordaba las sombras. Hoy —desde el cielo— sigues siendo el pastor que quisiste ser. Intercede también por nosotros porque te tendremos presente cuando nos presentemos ante el Señor y ante la Virgen de la Antigua a contarles nuestra vida. Y nos sabremos protegidos cuando tengamos que seguir celebrando el mes de mayo. Hasta el cielo, Javi.
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