Opinión | ZAMOREANDO
"Ten Fe"
Tanta fe como había en el AVE y el susodicho pocas veces llega a la hora fijada

AVE a su paso por Zamora / Archivo
Es el nuevo nombre con el que a partir de ahora se va a conocer y llamar a la antigua "Renfe". Hay que tener una fe muy profunda para confiar que los trenes van a funcionar como deberían funcionar en un país que presume de avanzado y de progresista y que, sin embargo, en algunos aspectos, funciona como tercermundista. En España, con este Gobierno, las previsiones no existen. Refranes hay a barullo sobre la necesidad de la previsión que el Gobierno de turno podría muy bien aplicarse y así evitar el ‘sindiós’ en el que vive sumido en tantos ámbitos, especialmente el relacionado con el transporte por ferrocarril.
Tanta fe como había en el AVE y el susodicho pocas veces llega a la hora fijada. En contra de lo que pudiera parecer, no hemos avanzado nada y, según un refrán "cuando se está en medio de las adversidades, ya es tarde para ser cauto". Estamos en medio de las adversidades. Pero, claro, ¿cómo no vamos a estar si Adif, una de las entidades administradoras de infraestructura ferroviarias de España y heredera de las infraestructuras de la extinta Renfe, se ha convertido en una agencia de colocación estos últimos años?
Durante la égida de Ábalos, Adif ha servido fundamentalmente, exagero un poco, para colocar al club de amiguitas del otrora ministro. Y no estamos enterados más que de una parte de todo el fregado que rodea al asunto de las ex misses, estudiantes, becarias y demás protegidas del ex ministro. Todo lo que rodea a Ábalos, Koldo, Aldama y compañía es de película con un guion como poco de ‘Goya’. Ahora, cuando todo se ha consumado, el ministro titular de Transportes, Oscar Puente que es un trasunto de Ábalos pero con muy mala leche parece querer esclarecer la cuestión.
La cuestión ha sido vergonzosa para un Gobierno que no se avergüenza de nada y el partido que lo sustenta. Pero como nadie admite responsabilidades y todo lo están haciendo muy bien, pues velay. Mientras tanto, los viajeros tendremos que seguir echando mano de la fe y empezar a creer que los desaguisados de Adif, que arrastra una fuerte deuda generada por sus inversiones, son algo circunstancial. Dicen que la fe mueve montañas. Me da que no es el caso.
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