Opinión | Al grano

Zamoranos contra Zamora

Radiografía de la provincia "decrépita" que encabeza la "decadencia"

Zamoranos pasean por las calles de la ciudad.

Zamoranos pasean por las calles de la ciudad. / Archivo

Para hacérnoslo mirar. Ya sé, ya sé que no es novedad, que todos sabemos que Zamora está como está, pero ver así, todos juntos, los indicadores socioeconómicos que marcan el estado de la provincia, es demoledor.

Los publicó el lunes este periódico. El compendio de cifras y datos que acaba de airear el Instituto Nacional de Estadística (INE) y que juntó, con maestría como siempre, Carlos Gil Andrés, resumiendo el cóctel explosivo de forma certera bajo el epígrafe "los indicadores de la provincia más decrépita del país", nos deja desnudos, sin palabras.

No quiero, me niego a repetir los indicadores que sitúan a Zamora "en cabeza del envejecimiento y la decadencia". Pero, claro, tampoco nos podemos poner a silbar y a vender por las esquinas que hay que desterrar el victimismo y vender futuro. Sería mentir y estamos hartos de engaños y planes estatales y autonómicos de desarrollo que se murieron antes de nacer. Aquí no se salva ni Dios, que todos tenemos responsabilidades, pero aún más quienes cobran —y han cobrado— del erario público por buscar soluciones a una deriva que conduce de cabeza a un mar de paneles solares y "molinillos" en el que nos vamos a ahogar.

Que no, que no, que los indicadores socioeconómicos desastrosos no los da la tierra, ni el aislamiento, ni el estar pegados a Portugal, al menos en el grado que hemos alcanzado.

Que tenemos una provincia que da materias primas de calidad y alimentos excelentes, una variedad paisajística que asombra, una biodiversidad que otros quisieran, patrimonio cultural, artístico..., ¡y qué me dicen del potencial energético, el que ya tenemos y el que vamos a alcanzar, pero si almacenamos más agua que nadie! ¿Entonces...?

¿Por qué somos la provincia más decrépita del país? ¿Por qué nuestros hijos no quieren quedarse aquí, en una tierra de viejos? Porque en vez de defender lo nuestro nos hemos dedicado a mirar para otro lado, porque en vez de señalar a los culpables (todos somos un poco, pero algunos mucho más), nos hemos puesto a silbar...

Y ahora nos quieren contentar con un establecimiento militar y un par de polígonos industriales..., qué sabe Dios cuando se abrirán. ¿Pero cuándo vamos a dar un puñetazo en la mesa? Yo creo que nunca.

Ese es el problema, que siempre le echamos la culpa al otro. Yo el primero. Y que hemos interiorizado —también los que van de optimistas por obligación y nómina— que esto es así y es imposible cambiarlo. Pues oye, ajo y agua... y perdón por este artículo. n

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