La humilde sabiduría del poeta

Desde hace años le han reconocido valor y aprecio cuantos han leído su poesía. Ha saltado a la vista su ritmo poético, sus palabras sencillas pero hondas -de contenido sabio-, su modo de recoger y poner de relieve el quehacer cotidiano, lo que ocurre por la calle, a la vuelta de una esquina, tanto como en el interior de una mirada, la suya, que para el poeta es compasiva con quien apenas tiene la esperanza para abrazar, o la pérdida para vivir, como dice el propio Tomás Sánchez Santiago, de prestado, en voz baja, para no molestar, pero anotando desagravios con una reflexión que pinta la ciudad como un corazón olvidado por quienes lo habitan.

Ahora, a finales de este mes de abril, le han otorgado el Premio Nacional de la Crítica, en la modalidad de Poesía, a Tomás Sánchez Santiago por (ser) "El que menos sabe" (Eolas, León, 2024). Aunque compañeros en la poesía hace ya tiempo que habían descubierto la voz, potente en su humildad, de un poeta de Zamora que recoge el pulso de quien mira día a día la anécdota sencilla, el pequeño detalle que casi pasa desapercibido (excepto a los ojos del poeta), y que señala la delicadeza del trazo de la vida al pasar, que descubre que hay más soledades o vergüenzas de las debidas, pero mostrando con ternura una ética y un compromiso con la verdad sencilla que nunca nos deja indiferentes, y que nos pone al alcance lo fácil que es -sería- vivir apoyando a los cualquiera que tenemos al lado, sosteniendo una honestidad sobre nuestra propia historia de necesitados de manos amigas, de emigrantes en los márgenes de la sociedad. Es lo que hay, sí, y escribirlo con poesía es lo que hay que hacer para cambiarlo.

En sus poemas viven los objetos frecuentes que están con nosotros, aunque los hagamos invisibles al tacto, como un pañuelo, un cuaderno infantil, un bastón o los ecos de unas risas, que se cuelan por los ojos al leer los versos de "El que menos sabe" y se quedan con nosotros como si fueran propios. Ahí reposan también gentes queridas al lado de otras advenedizas, pasillos, callejas o rincones que guardan besos tímidos, un árbol adalid de recuerdos y futuros, y que en las manos de Tomás, que es "el que sabe", destilan pasión y un humor tan fino, que sus palabras se asombran, conciliadoras, para acomodar su serena pero severa crítica a una sociedad tan sorda e insensible tantas veces.

Por su buen hacer poético, tanto como por su modo de ser y estar en la vida, es una alegría y un gozo este reconocimiento nacional con el Premio de la Crítica a la calidad literaria de un zamorano, Tomás Sánchez Santiago, que pese a andar de puntillas pisa fuerte en el panorama sutil de la poesía española. ¡Enhorabuena! ¡Bien hecho!

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