Opinión | CRÓNICAS DE UN PASO DE CEBRA
Un trozo de chatarra con alma de algoritmo
Se conserva en el Museo de Ciencias de Londres el retrato de una mujer excepcional, que cuenta con día propio, el 4 de octubre, llamada Augusta Ada Lovelace King

Diálogo de los androritmos con los algoritmos visto por la IA. / Generador de imágenes de la IA
Hoy quiero escribir sobre la felicidad que nos espera a la vuelta de la esquina.
Se conserva en el Museo de Ciencias de Londres el retrato de una mujer excepcional, que cuenta con día propio, el 4 de octubre, llamada Augusta Ada Lovelace King, Condesa de Lovelace, pintado por Alfred Edward Chalon hacia 1840.
La importancia de Ada Lovelace en la historia radica, entre otras muchas cosas, en que gracias a sus investigaciones han surgido los chabots, robots y cuerpos robóticos o juguetes que se convertirán en nuestros cuidadores y animadores de un inminente futuro, también en quienes nos darán cariño y amor sin rechistar, como verdaderos "seres artificiales de compañía", a los cuales identificaremos como humanos.
Acabarán siendo uno más en la familia y nos ayudarán a combatir la soledad no deseada, observándonos en silencio, cerrando los ojos con ternura cuando los acariciemos, como si fueran nuestro único gran amor, ya que así se publicita en los medios de comunicación.
El problema es que, todos esos personajes están programados con antelación y, en esencia se componen por un trozo de chatarra forrado de algún material muy suave al tacto y muy esponjoso, que dará gusto tocar, animados por algoritmos matemáticos.
Recordemos que un algoritmo es una secuencia finita y ordenada de instrucciones o pasos, que se siguen para resolver un problema o realizar una tarea específica. Son reglas que cuando se siguen correctamente, se alcanza el resultado deseado.
Ada Lovelace fue hija del afamado poeta romántico, de vida escandalosa Lord Byron y de una aristócrata acaudalada y gran matemática, llamada Anne Isabella Noel.
Tuvo una vida de película, la madre soportó por poco tiempo la forma de vivir disoluta y de despilfarro del poeta y, cansada de escándalos, acababa de enterarse que él era amante de una de sus hermanastras, una noche lo abandonó, llevándose a su hija recién nacida para que no la contaminara con ideas locas y extravagantes, alejándola de la poesía, razón por la cual se empeñó en que estudiara matemáticas.
Desde niña, Ada tuvo a los mejores maestros del momento y estuvo rodeada de grandes científicos, pero nunca olvidó a su padre y a pesar de haberse convertido en una gran matemática y políglota, ya que hablaba diversas lenguas. En una de las cartas que envió a su madre definiría la materia que ella estudiaba como una "ciencia poética".
Se casó con el barón y más tarde conde, William King Noel.
Sufrió diversas enfermedades, acabó separándose de su marido, refugiándose en el juego, dilapidando una inmensa fortuna, teniendo numerosos amantes y tomando opiáceos para mitigar el dolor.
Varios aspectos marcarían su carrera como matemática, uno de ellos, el que se decidiera a firmar sus artículos con las siglas AAL, para que se los publicaran en revistas de reconocido prestigio.
Otro, el encuentro en uno de sus viajes con Joseph Marie Jacquard, el cual poseía un telar mecánico en el que utilizaba tarjetas perforadas para trabajar.
Por último, conoció al matemático francés Charles Babbage que había diseñado una calculadora mecánica, capaz de desarrollar tablas de funciones numéricas por el método de las diferencias.
Sus Notas, escritas cuando tenía 27 años, son consideradas el primer Tratado de computación conocido, ya que llegó mucho más allá de la realidad inmediata, fue una visionaria al desarrollar la idea de que una máquina podía programarse y reprogramarse para que ejecutase diversas funciones, no sólo de cálculo, a través de las tarjetas perforadas
Ella tradujo para él un escrito en italiano sobre la máquina analítica y le añadió en las Notas sus propias conclusiones, una reflexión teórica donde vaticinaba la capacidad de los ordenadores para sobrepasar los cálculos numéricos.
Sus Notas, escritas cuando tenía 27 años, son consideradas el primer Tratado de computación conocido, ya que llegó mucho más allá de la realidad inmediata, fue una visionaria al desarrollar la idea de que una máquina podía programarse y reprogramarse para que ejecutase diversas funciones, no sólo de cálculo, a través de las tarjetas perforadas.
Ada aspiraba a crear la informática, a la que ella llamaba la ciencia de las operaciones. Se dio cuenta de las novedosas aplicaciones prácticas de la máquina analítica y llegó incluso a vislumbrar la posibilidad de digitalizar la música.
Escribió en sus Notas lo siguiente: "Supongamos, por ejemplo, que las relaciones fundamentales entre los sonidos, en el arte de la armonía, fueran susceptibles de tales expresiones y adaptaciones: la máquina podría componer piezas musicales todo lo largas y complejas que se quisiera".
Ada tenía una idea clara: la máquina analítica y el telar de Jacquard vienen a hacer lo mismo, y así lo expresa "Puede decirse que la primera teje dibujos algebraicos, del mismo modo que el telar de Jacquard teje flores y hojas".
Además, expresó con claridad las tres funciones que podía cumplir el invento de Babbage: procesar fórmulas matemáticas expresadas con símbolos, hacer cálculos numéricos (su objetivo primordial) y dar resultados algebraicos en notación literal.
Pasarían cien años, hasta que el ingeniero americano Aiken diseñara el ordenador electromagnético inspirado en la máquina analítica de Babbage.
Gracias a ella, convertida en toda una pionera, nuestra futura felicidad quedará encerrada en una secuencia finita y ordenada de instrucciones, que se convertirán en el consuelo de nuestra vejez.
Entonces el corazón del mundo perseguirá un amor de nadie, lleno de sombras, ausencias y abrazos vacíos.
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