Opinión | Escalera hacia el cielo

A los fodechinchos no les gusta el Tao

"Bienvenidos a la reserva rural, donde los aborígenes observan unas normas ancestrales emanadas del sentido común y de obligado cumplimiento"

A los fodechinchos no les gusta el Tao

A los fodechinchos no les gusta el Tao

Damos el último adiós al santo padre Francisco. Despedimos no al papa de unos o de otros, sino al papa de todos los católicos. Quien no entienda esto es que no sabe lo que es ser un buen soldado; es que no es capaz de diferenciar entre un buen soldado y un simple mercenario.

Los buenos soldados obedecen y cumplen órdenes. Sin más.

Lo cual no significa que renuncien al espíritu crítico y al buen juicio. Los buenos soldados saben diferenciar cuándo un jefe, errare humanum est porque sólo Dios es infalible, yerra. Así y con todo, acatan lo que dictamina el mando. Porque los buenos soldados van a hierro con su líder. Mientras que los mercenarios no tienen patria ni bandera, y lo único que defienden a cara de perro es su cartera.

Por eso mismo, Santi Abascal se refería al papa de todos los católicos como el ciudadano Bergoglio. Vergogna! Porque a él, que nunca ha servido a su país, siempre tenía una prórroga a la que acogerse, le gusta mucho la estética de la parafernalia militar, pero no sabe un carajo de lealtad inquebrantable.

Y por eso mismo, otro mercenario de lujo, además de eterno candidato a la habitación acolchada, Jiménez Losantos, se ha alegrado tantísimo tanto de la muerte del papa de todos los católicos. Casi como si se hubiera tratado de la del mismísimo Che Guevara redivivo y él hubiera actuado de brazo ejecutor.

"Hay más locos fuera de los manicomios que dentro", que dijo alguien.

Y dijo una gran verdad. Como gran verdad es que, acabada la Pascua cristiana, también la judía, da comienzo la temporada alta de urbanícolas lost in the rural. Consulto con el comité de expertos si los descuelga jamones que invaden la Meseta norte, regresando al pueblo de sus antepasados, son el equivalente de esos lobos capitalinos que acaban con todo el pescado gallego de peor calidad, y me dan el nihil obstat.

Verbigracia, que tan fodechincho es el de Madriz como el de Valladoliz.

Mi casa, mis normas. Y lo que hay que entender es que los pueblos son la casa de los que allí viven todos los días del año. Incluidos los buches que rebuznan si escuchan al lobo merodear.

Pero que no se me altere el gallinero, donde ninguna gallina es ilegal, ni se me reyerten los receptores, que lo de fodechinchos va con cariño. Como cuando Felipe González añadía aquello tan suyo de "sin acritud". Como cuando al genial Woody Harrelson le llamaban paleto en aquel legendario bar Cheer´s, donde todo el mundo conocía tu nombre, sólo porque era de pueblo.

Con cariño, sí. Porque todo el mundo es bienvenido a esta soliviantada reserva india en la que el Estado liberal ha convertido el rural. Bienvenidos todos, siempre que se entienda y respete que los aborígenes, los últimos mohicanos, llevan casi toda la vida observando una rigurosa normativa emanada del sentido común, y de obligado cumplimiento.

Los perros de caza aúllan de noche porque la administración los mantiene condenados a una baja laboral estacional. Y claro, los animalicos arañan las paredes deseando volver a hacer lo que mejor saben, aquello para lo que han nacido: cazar.

Los gallos cantan a su debida hora. Está en su naturaleza, no pueden evitarlo. Y mucho antes que los perros de caza y los gallos, son los labradores los que andan a deshoras con sus ruidosos tractores. Hay que segar, amarañar una y otra vez, que siempre llueve cuando no debe, y empacar cuando se puede. Empieza la época de la siega de forrajes.

Mi casa, mis normas. Y lo que hay que entender es que los pueblos son la casa de los que allí viven todos los días del año. Incluidos los buches que rebuznan si escuchan al lobo merodear. O los rebaños de ovejas que pastorean por ahí emporcándolo todo a su paso, junto a los fieles mastines que las guardan. Por eso ladran, gruñen y enseñan los dientes ante cualquier desconocido-amenaza que se acerca más de lo debido. Porque para eso llevan siglos siendo seleccionados de entre los mejores.

Del mismo modo que, si algún afortunado se encontrara de visita en el Vaticano para despedir al papa de todos los católicos en su viaje de retorno a la Casa del Padre, se verá obligado a guardar unas rigurosas normas sobre vestuario y comportamiento correctos.

Normas son normas. Es el peaje que hay que pagar por vivir en sociedad, la opción eremita tiene escasos followers. Que a nadie se le olvide que la reserva rural también implica vivir en sociedad, escasa pero sociedad. Y es que, no podía ser de otro modo, el majara de Jiménez Losantos se equivoca, el mundo no se divide entre fanáticos del Papa Francisco y sus haters.

Como tampoco entre urbanícolas romanizados y barbáricos ruralitas.

El mundo se divide entre seguidores del Tao y sus detractores. En esta liga sólo existen dos equipos. Blanco o negro, sin gris que valga. O se está con los agrónomos, que desde Norman Borlaug y su nefanda revolución verde llevan intentado destruir el mundo. Y van ganando. El marcador, las evidencias son incuestionables.

O se está con el maestro Fukuoka y el camino verdadero del Tao. La Naturaleza es la que es, también con sus normas. Y sin dejadez, apatía ni abandono, hay que permitir que la Naturaleza siga su curso sin intervenir demasiado, sin modificarla.

Un Tao que dictamina que en un año lluvioso como este, esté todo lleno de cardos. Que no son feos ni bonitos, son cardos. Y que las administraciones, se afanan en espurrear de glifosato para que los odiadores del Tao puedan contemplar un mundo rural antinatural, ordenado al modo cartesiano y tan artificial como los jardines de Versalles.

Unos odiadores del Tao, a los que sin embargo no les sangra la úlcera cuando observan toda la basura que satura cunetas y arcenes. Da asco mirar por la ventanilla cuando se circula por cualquier carretera. Pero qué más da, a viajar, a viajar, que hay que llegar a los cien millones de turistas este año.

Post Scriptum: adiós, papa Francisco, los buenos soldados, cumpliendo sus órdenes, seguirán cuidando de la casa común. n

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