Opinión | Al grano

Villalar, espejo de lo que somos

Ni la Fiesta de la Comunidad, que debería ser el 7 de junio, la celebramos unidos

Vecinos de Castilla y León, en la fiesta de Villalar del pasado año.

Vecinos de Castilla y León, en la fiesta de Villalar del pasado año. / Ical

No hay, seguramente, comunidad autónoma en España más vertebrada geográficamente y menos estructurada en la realidad que Castilla y León que hasta elude las leyes ortográficas y donde debería poner un verbo en plural lo hace en singular para unir, ficticiamente, dos regiones que guerrearon entre sí durante muchos años, aunque compartieron reyes y desdichas varias.

Castilla y León, más país por extensión y condición que comunidad autónoma, se agranda (¿se dan cuenta del verbo?, en singular, sí, sí, se cumple lo que les he escrito en el primer párrafo) a las orillas del Duero con los límites muy definidos por naciente, norte y sur, tres cadenas montañosas consistentes. ¿Y por poniente? Pues cierra el paso y domina el Duero Portugal, que nunca debería haberse separado de su matriz, aunque mejor le ha ido, por supuesto (da de comer a 10 millones de habitantes con menos territorio que Castilla y León).

Pero tampoco demos más vueltas a la tortilla, que no está el horno para dispendios y que, a fin de cuentas, los hombres y mujeres de Castilla y de León están unidos por historia y condición, el conservadurismo que da la tierra que brota en el interior y el apego a la soledad deseada que rezuman los soles descarnados y las heladas negras. Hay una cosa cierta y que nadie se llame a engaño, por favor: Castilla y León, la tierra de soldados, curas y funcionarios, es la comunidad autónoma más perjudicada por el régimen federalista (que si sí, que si no) que se empezó a configurar a partir de 1978.

Hoy es la ¿fiesta? de Castilla y León. Oficialmente sí, pero la celebración de una derrota —las tropas realistas del entonces "extranjero" Carlos V acabaron, en 1521 en Villalar de los Comuneros, perteneciente a la provincia de Toro, casi sin despeinarse (aunque embarradas hasta los ojos) con la primera revuelta burguesa de Europa— nunca ha acabado de cuajar del todo en el ánimo de castellanos y leoneses, sobre todo en el de estos últimos.

La revuelta comunera fue, no lo olvidemos, una guerra civil en toda regla donde perdieron los de siempre y, claro, su mensaje no es muy festivo. Me sumo a la tesis de mi maestro, el sabio Herminio Ramos. La fiesta de Castilla y León debería celebrarse el 7 de junio. En ese día de 1494 se selló en Tordesillas el reparto del mundo entre los imperios de España y Portugal.

Pero tampoco hay que darle más vueltas a la tuerca porque se puede pasar de rosca y cuando una cosa es, tampoco se debe forzar para que deje de ser. Entonces, celebremos Villalar como corresponde, como una fiesta. ¿O es que ni las fiestas podemos celebrarlas en paz? Manda huevos.

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